En la reciente consulta electoral para el Parlamento Europeo se registró un notable avance de las fuerzas políticas de la ultraderecha. Es una tendencia que se venía manifestando desde hace algún tiempo y que ya tenía concreciones políticas en algunos países, también fuera de Europa. Y también fuera del ámbito político: abundan las corrientes religiosas, fuera y dentro de nuestra Iglesia, que asumen planteamientos ultraderechistas. Merece la pena dedicar atención a las causas y significado de este fenómeno.

En primer lugar, e independientemente del ámbito en el que se usen con significado político los términos “derecha” e “izquierda”, conviene recordar y no perder de vista que definen posicionamientos en la lucha de clases. Es decir, tienen sentido político solamente en el marco o contexto de una sociedad estratificada en clases sociales. Clases sociales con intereses distintos y contradictorios, en pugna. La forma de la lucha puede variar, según las circunstancias económicas, desde formas relativamente pacíficas, simples huelgas o manifestaciones, hasta situaciones con diversos grados de violencia, incluso de guerra civil.

En ese contexto de intereses de clase enfrentados, convencionalmente se asignó el título de “izquierdistas” a las fuerzas que postulan un orden social más justo y equitativo, sin explotación de una(s) clase(s) sobre otras, y se denomina “derechistas” a las fuerzas interesadas en conservar, en provecho de los beneficiarios, el orden social y las relaciones económicas existentes. Así definido el tablero sobre el que se realiza la pugna, parece que, en teoría, todo el mundo debería saber el lugar que ocupa en la lucha y cuáles son sus intereses de clase. Pero en la realidad las cosas no son así. Vemos que amplias masas de los desposeídos, los explotados, los perjudicados del sistema económico, se alinean en la lucha a favor de sus explotadores y expoliadores, es decir en contra de sus intereses de clase. Los opulentos no podrían mantener la situación económica y social que les favorece si no tuviesen el apoyo político, electoral, de amplias masas de sometidos, como viene ocurriendo en los últimos procesos electorales.

El fenómeno no es nuevo. Recordemos a la multitud que pedía a gritos a Pilatos que soltase a Barrabás y condenase a Jesús de Nazaret. ¿Cómo se produce ese personal desclasado que desconoce sus verdaderos intereses? La estrategia es mantener en la ignorancia a la gente dominada. Un antiguo proverbio hindú dice: Si dos reinos están en guerra y uno de ellos no lo sabe, el otro tiene todas las bazas para ganar. Promover el desclasamiento de los inferiores facilita el objetivo de evitar su resistencia a ser explotados. Se trata de hacerlos asumir unas identidades artificiales que movilicen y enfrenten a los miembros de las clases sometidas e inferiores unos contra otros. Los elementos identitarios son de diversos tipos.

- En unos casos es el concepto de “patria”. Sirvió para aglutinar a amplias masas de alemanes hace un siglo sobre la base de la frustración sufrida por la derrota en la I Guerra Mundial. Sirve también para generar oposición al universalismo que preconizan las fuerzas de la Izquierda. Tanto la corriente a favor del BREXIT y las que se oponen a la consolidación de la Unión Europea, como los nacionalismos separatistas por cuestiones étnicas o lingüísticas, se basan en el sentimiento elitista de pertenecer a una patria determinada a la que hay que defender enfrentándose a la gente de otras identidades nacionales.

- En otros casos el elemento identitario es la “religión”. Es típico, por ejemplo, el enfrentamiento en Irlanda del Norte entre comunidades humanas con distinto credo religioso. Pertenecen a esta modalidad también los integrismos religiosos que generan conflictos entre musulmanes, cristianos, judíos, hinduistas…

- Están también los elementos de “cultura”, “tradición”… como fuente y origen de rechazos que se producen incluso en el seno de comunidades con la misma nacionalidad, raza, religión… es el caso del rechazo al progreso del feminismo y sus reivindicaciones, a formas diferentes de sexualidad…

- Pero sobre todo, como elemento identitario movilizador de recusación o rechazo social está el concepto de “raza”, “etnia”. Este elemento, que se conoce como “xenofobia” y “racismo”, puede ir combinado con algunos de los otros tipos mencionados de rechazo social: la religión, la cultura, la nacionalidad, así como con la “aporofobia”, definida como: rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado, que no puede dar nada a cambio. Esta es, sin duda, la principal causa del auge de la ultraderecha en Europa y también en EE. UU., pues vivimos una época en la que por diversos motivos: económicos, geoestratégicos, demográficos, climáticos… se está produciendo una inmensa ola emigratoria desde África y Oriente hacia Europa y desde Sudamérica a EE.UU. En los inmigrantes se dan varias o todas las causas que generan rechazo: estado de miseria, distinta etnia o raza, religión, cultura, lengua… o sea que reúnen todo lo que puede despertar, en los países de destino, los peores sentimientos de elitismo y egoísmo. Esta situación es el terreno abonado sobre el que los fascismos cosechan sus triunfos electorales.

El interés de la(s) clase(s) dominante(s) pasa por impulsar, organizar ese tipo de movimientos de elitistas desinformados. El aparato ideológico del sistema dominante, la formación y la información, en las que colaboran gustosa e interesadamente las religiones, es muy eficaz generando esas masas humanas con alma de esclavos, que besan la bota que les oprime. En España vemos el masivo apoyo electoral a una derecha política que no disimula su voluntad de ir liquidando los servicios sociales: sanidad, educación, vivienda… y cuando gobierna aprueba recortes contra las clases explotadas mientras aplica amnistías fiscales en favor de los poderosos que defraudaron a Hacienda. En favor de sus camaradas, que desde el poder incurrieron en graves casos de corrupción, esa derecha política, hoy en la oposición, utilizó partidariamente la influencia que tenía sobre el Consejo General del Poder Judicial, a cuya renovación se opuso durante varios años hasta muy recientemente.

Pero hay indicios para temer que la finalidad de la ultraderecha que se promueve vaya más allá de la creación y conservación de un electorado cautivo. Siempre hubo desclasados de los estratos inferiores de la población que apoyasen a sus explotadores. Lo novedoso del actual fenómeno del neofascismo es que se da una agresividad en las formas públicas de la competición política, que contribuye a degradar, desvirtuar la acción política, lo que parece una intención deliberada de desprestigiar las instituciones políticas y socavar la confianza de la gente en el sistema democrático, Es la táctica utilizada por los fascismos del siglo pasado para abolir la práctica parlamentaria e imponer regímenes autoritarios que condujeron a la II Guerra Mundial. Hoy de nuevo hay amenaza de guerra en el mundo e incluso tenemos ya un conflicto militar en Europa en el que nuestro Gobierno y los de otros países europeos se van implicando cada vez más. Es de temer que el auge de la extrema derecha que comentamos se inscriba en una estrategia, a corto o medio plazo, para anular toda posible reacción popular ante ese destino nefasto al que nos conducen.

Si tal será el fruto de las opciones políticas que nuestra sociedad parece querer apoyar, habremos contribuido culpablemente a la desgracia que nos sobrevendrá. El mensaje evangélico de Jesús de Nazaret nos convoca a actitudes de fraternidad humana que no se compaginan con los sentimientos de elitismo y egoísmo que los fascismos promueven. El pueblo que rechazó a Jesús a favor de lo que significaba Barrabás, se vio una generación después inmerso en una guerra desastrosa que era el lógico resultado de aquella nefasta elección. A nuestra sociedad hay que decirle que se mueve en una lógica y unos valores que contradicen lo que el Evangelio postula. Seguimos eligiendo lo que significa la opción de Barrabás.