...«donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos»
(Mateo 18:20). Es evidente que Jesús da mucha importancia a que sus seguidores se
reúnan en su nombre. Incluso describió, en la última comida con sus discípulos, el
contenido y finalidad de esas reuniones. Y ello evidencia también, y sobre todo, que le
da mucha importancia a la existencia misma de una comunidad de seguidores. La
existencia y persistencia de la comunidad de discípulos de Jesús tiene una finalidad.
Cuando Jesús llama a seguirle es para algo concreto, tiene una tarea que asigna a sus
seguidores o discípulos. Él mismo la define así: ...«Como el Padre me envió a mí, así
también os envío yo a vosotros» (Juan 20:21).
Si nos tomamos en serio la condición de seguidores del Maestro Jesús, debemos
examinar si nos afanamos en cumplir la misión que nos encarga, y si nuestras asambleas
responden al objetivo y el espíritu que le harían presente entre nosotros. Es de temer que
no estamos a la altura de lo que Jesús nos encarga. Su convocatoria entraña un
compromiso de servicio al prójimo, de dedicación a la causa de la humanidad, y la
eucaristía es símbolo de ese compromiso y dedicación. Nos lo recuerda el papa
Francisco en una de sus recientes alocuciones:
En este gesto de Jesús al partir el pan, hay un aspecto importante que el
Evangelio subraya con las palabras «se lo dio» (v. 22). Fijemos estas palabras
en nuestro corazón: se lo dio. En efecto, la Eucaristía recuerda ante todo la
di
m
ensión del don
. J
esús to
m
a el pan no para consu
m
irlo solo
,
sino para partirlo y
darlo a los discípulos, revelando así su identidad y su misión. No retuvo para sí la
vida, sino que nos la dio; no consideró su ser de Dios como un tesoro celoso,
sino que se despojó de su gloria para compartir nuestra humanidad y hacernos
entrar en la vida eterna (cf. Flp 2, 1-11). Jesús hizo donación de toda su vida.
L
a enseñanza que esto nos aporta es que la eucaristía no es un
m
ero acto de culto que tiene
sentido por sí mismo, sino que es un símbolo de algo que tiene que tener su proyección
en la vida, en la actuación del comulgante en el mundo. El papa añade en su alocución:
Entendemos, pues, que celebrar la Eucaristía y comer este Pan, como hacemos
especial
m
ente los do
m
ingos
,
no es un acto de culto desvinculado de la vida o un
m
ero
m
o
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ento de consuelo personal
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debe
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pre que
J
esús to
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el pan, lo partió y se lo dio y, por tanto, la comunión con Él nos hace capaces de
convertirnos ta
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bién en pan partido para los de
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de co
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partir lo que so
m
os y
lo que tene
m
os
. S
an León Magno decía: «Nuestra participación en el cuerpo y la
sangre de Cristo no tiende a otra cosa que a convertirnos en lo que comemos».
La comunión, la misa, no tiene sentido si no sirve para recordarnos eso. Reunirse para
recordar a Jesús, como él pedía, tiene la finalidad de recordar su enseñanza, la misión
que nos encarga
. S
i su encargo es trabajar por la fraternidad hu
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es de te
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er que su
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iento no se está realizando en el
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