Es preciso trivializar y relativizar esa clase de figuras carismáticas. Son muy peligrosos
ese tipo de mesías y profetas, y los seguidores que convocan. A los dominadores del
sistema les conviene más profetas del tipo del Buda, tranquilos, meditantes, sin meterse
con nadie, a los que se puede seguir sin compromisos… esos profetas pueden llegar a
edad avanzada sin atraer sobre sí ninguna persecución. Su doctrina es muy acomodaticia
a cualquier sistema de dominación. Esa forma de religión no-teista es una gozada para
los explotadores de la humanidad. Las religiones, las que Jesús conoció en su tiempo, y
las que aparecieron después, incluidas las iglesias que se dicen cristianas pero perdieron
el Norte hace mucho tiempo, centran la religiosidad en cultos, creencias, jerarquías
sacerdotales, cumplimiento de prescripciones... Todas ellas pueden gozar del favor del
poder establecido, que incluso accede a subvencionarlas. Pero el seguimiento de Jesús
de Nazaret, el compromiso con la realización de su proyecto del Reino de Dios y su
justicia es indigerible para los beneficiarios del sistema establecido. Hay que recurrir a
toda clase de remedios para desactivar al sujeto histórico constituido por esas personas
que ven en Jesús de Nazaret un modelo a seguir, un referente de transformación social,
un constante convocador a actuar para implantar en el mundo ese ideal mesiánico.
El servicio que el movimiento no-teista presta a esa conspiración contra los intereses de
la humanidad es desvalorar todo lo que se refiere a la persona de Jesús de Nazaret y su
seguimiento. Sobre todo se debe cargar contra las esperanzas que suscita la figura de
Cristo Libertador. Al mensaje de Jesús se le dio el nombre de Evangelio, que
etimológicamente significa “Buena noticia”. ¿En qué consiste la “Buena nueva”? En
algo revolucionario e inadmisible para el sistema: la paternidad de Dios sobre la
humanidad. Jesús se refería a Dios siempre con el título de “El Padre”. En nuestra
cultura que da a la figura de la madre más importancia que la que tenía en el patriarcado
de la época y nación de Jesús, podemos traducirlo por “Padre-Madre”, es decir los seres
más entrañables para todo ser humano, seres que están siempre incondicionalmente a
favor de uno. Esa es la idea que le da el Mesías Jesús a lo que en otros ámbitos se llama:
“Poder Absoluto”, “Eterno”, “Gran Arquitecto del Universo”, “Causa primera”, “Ser
Supremo”… y otras muchas cosas, todas muy acertadas, pero ninguna tan entrañable y
tan comprometedora como “Padre-Madre”, y es comprometedora y revolucionaria
porque nos hace hermanos e iguales a todos los humanos, con todo lo que eso implica.
El Mesías, el Deseado de las Naciones, el Príncipe de la Paz, el Padre del Siglo Futuro,
el Sentido de la Historia, la Palabra de Dios… tenía que venir para traer ese mensaje
rompedor y convocar a su realización. Jesús es la presencia en la Historia del Dios
Padre-Madre que se compromete e implica en el progreso de la humanidad, a la que le
asigna el rango de familia suya.
Como el Padre me envió, así también os envío yo (Jn 20: 21). A su tarea mesiánica
convoca a sus seguidores. Contra ese mensaje se movilizan los promotores de no-
teismos. Pretenden que de su teoría se desprenda que no existe tal tarea mesiánica, ni
hace falta esa esperanza para la humanidad, que no hay fraternidad humana, ni
seguidores de Jesús que la anuncien y la promuevan, porque tampoco hay una divinidad
Padre-Madre de la humanidad, ni esperanza sobre algún tipo de transcendencia.
Pero, si creer en ese mensaje y trabajar por su realización es “teismo”, pues que lo sea.
¿Porqué hay que tener prevención contra ese término? ¿Porqué se le da un significado