Matilda Joslyn Gage
Matilda Electa Joselyn Gage (1826-1898) fue una aktivista norteamericana, luchadora
por el voto femenino, abolicionista de la esclavitud. Participó en una activa red de apoyo
a los esclavos fugados y estuvo en prisión por ello. Desde 1852 se implicó en el movi-
miento por los derechos femeninos. Presidió durante varios años la Asociación Nacional
por el Derecho al Voto Femenino, y durante varias décadas perteneció al comité de esa
asociación. En el movimiento feminista fue más radical que Susan B. Antony y Elizabeth
Cady Stanton, y fue muy crítica con la iglesias a pesar de que era profundamente
religiosa. Por muchos motivos es una importante figura en el movimiento feminista,
pero dentro de éste, las feministas pro-abortistas guardan silencio sobre la radical
oposición de Gage al la práctica del aborto, igual que al asesinato de niños/as. Tachaba al
aborto como un deseo egoista y abogaba por su ilegalización pero más que por la
prohibición del aborto, ella abogaba por la educación de la conciencia contra él.
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Alice Paul
Alice Stokes Paul (1885-1977) fue una activista feminista norteamericana. En el
movimiento feminista ya participó en su juventud junto con su madre, Tacie, pero
esta vocación se intensificó durante su estancia en Iglaterra de 1907 desde 1910
bajo la influencia de la líder feminista inglesa Emmeline Pankhurst. De vuelta en su
país, lideró la campaña por la Enmienda 19 de Constitución. Su lucha feminista, en
varias asociaciones, duró más de medio siglo. Estaba en el movimiento feminista
todavía en 1964, luchando por la Ley de los derechos Civiles. Dos años después
aceptó alistarse a la Organización Feminista Nacional, pero no estaba en armonía
con las nuevas generaciones feministas en temas como el del aborto. En una
ocasión declaró: El aborto es la más alta explotación de las mujeres. Opinaba que
la expresión: “derecho a decidir” sobre este asunto es sólo una débil máscara para
ocultar el daño hecho a las mujeres por medio del aborto, y que hace a las mujeres
pensar que ellas no son capaces de controlar su estado de embarazo.
La falacia del derecho a decidir
Sí, por medio de esa expresión, derecho a decidir, se formula una de las actuales reivindicaciones del mo-
vimiento feminista, o de gran parte de él. El término es bastante ambiguo. Si se trata de derechos en relación
al casamiento, relaciones sexuales, embarazo… por supuesto, el derecho de las mujeres –y de los varones– a
ese respecto debe ser total. Pero parece que se sobreentiende que se trata del derecho a abortar. En ese caso el
derecho a decidir es rechazable, tanto a los varones como a las mujeres. Es bastante conocido el dicho que la
libertad de una persona termina allí donde empieza la libertad de otra(s) persona(s). Pues bien, según la
misma lógica, se puede decir que los derechos de una persona terminan allí donde empiezan los derechos
de otra(s) persona(s). No se puede reconocer el derecho de una persona a matar a otra. El derecho a vivir de
un ser humano es más respetable que el derecho a decidir de otra persona que desea matarlo. A la luz de esto,
es totalmente inaceptable la práctica del aborto. ¿Cómo –entonces– se intenta justificar esos crímenes? Muy
fácil, se le niega la condición de seres humanos a los niños/as aún no nacidos/as. La nazis negaban la
condición humana a los judíos y a los gitanos que enviaban a los campos de exterminio. Siguiendo un similar
macabro procedimiento, los/las abortistas ignoran o retrasan el reconocimiento de la naturaleza humana de los
fetos hasta… ¿hasta cuando?, ¿hasta la tercera semana?, ¿hasta el tercer mes?, ¿hasta el momento mismo del
nacimiento?... las opiniones varían, pero lo importante es dejar a los padres el derecho a decidir. Es muy
grave que progresan los proyectos de ley que permiten esa monstruosidad. Los partidos políticos ceden a las
peticiones a ese respecto: los/las abortistas pueden votar, los fetos, no. Está claro que si los políticos ceden o
apoyan esa aberración es porque quienes la piden son lo bastante numerosos para que resulte políticamente
provechoso consentirlo. ¿Qué pensar –entonces– sobre una sociedad en la que ocurre eso? Si no se respeta a
la persona humana en su más indefenso y sagrado estado, ¿se puede esperar que en tal sociedad se llegue
alguna vez a alcanzar la igualdad en el terreno económico, en las relaciones inter-género, en las inter-étnicas,
en las internacionales…? El motivo es siempre el mismo, el egoismo, la falta de empatía o solidaridad
humana. En España la tasa de abortos crece sin cesar desde el año 1986, con menos de 0,1 por mil mujeres
hasta el año 2011, con 12,47 de abortos por mil mujeres. Desde entonces disminuyó algo el porcentaje, pero
aún en 2016, último año del que dispongo de estadísticas, hubo en nuestro país 93.131 abortos controlados
realizados en las 201 clínicas legalmente autorizadas por la realización de esos asesinatos infantiles. ¿Se
puede estar orgulloso de pertenecer a una sociedad en la que ocurre eso? Yo pienso que son malditas las leyes
que permiten tales crímenes.
Faustino Castaño