Prometieron su cargo sin crucifijo y otros signos religiosos. Los medios que nos infor-
maron sobre la toma de posesión del nuevo gobierno resaltaron ese hecho para des-
tacar el contraste con el gobierno anterior, que hacía un alarde de religiosidad de du-
dosa legalidad en un Estado aconfesional. Pero aquel gobierno de “novios de la muer-
te” afrontaba el problema de la inmigración con vallas, concertinas y disparos en la
playa de Ceuta. Recientemente nos enteramos de que el nuevo gobierno acoge en
nuestro país a los 629 inmigrantes del barco “Aquarius”, rechazados en otros lugares y
que se encuentran en una angustiosa situación de necesidad. “No todo el que me
dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad
de mi Padre que está en los cielos”.
La voluntad de Dios es que los humanos nos tratemos como hermanos, que haya soli-
daridad entre los pueblos, y que los gobernantes de las naciones en vez de oprimir a sus
ciudadanos estén al servicio de ellos. Saludamos el gesto humanitario del gobierno de
Pedro Sánchez. Con emoción vemos que para esos cientos de infelices España se ha
convertido en su “tierra prometida”, y nos enorgullecemos de tener un gobierno que toma
ese tipo de decisiones. Se le acusa de ilegitimidad y hacer gestos oportunistas como ese.
Esa manera de gobernar, la de ir resolviendo los estropicios en materia social del gobierno
del PP, es su mejor carta de legitimidad. Ojalá los anteriores gobernantes hubiesen tenido
muchos gestos oportunistas como ese. Pero sus frutos fueron corrupción y recortes en
derechos sociales, trabajo en precario, congelacn salarial y de pensiones, reformas labo-
rales regresivas, desahucios de viviendas, aumento de la desigualdad, encarecimiento
de la justicia, recortes de la libertad de expresión, agravamiento de la situación de los
reclusos y rechazo de la inmigración. ¡Por sus hechos los conoceréis!
La inmigración es un problema que se viene agravando sin cesar desde hace variasca-
das. En nuestro país abunda la procedente de Latinomérica y Europa del Este, pero es
especialmente numerosa la procedente del norte de África y sobre todo del África Sub-
sahariana. Parte de esa inmigración de origen africano no se queda en nuestro país, sino
que lo usa de puente para pasar a otros países europeos. Últimamente casi no existe
ya inmigración “legal”, por lo que la nueva por fuerza debe ser “ilegal”. Muchos no llegan
a ser ni siquiera ilegales porque se hunden en el mar las pateras o barcos precarios en
los que viajan. No todos los que consiguen arribar a nuestras costas pueden estable-
cerse aquí. A los que son descubiertos y detenidos se les repatria, o algo parecido pues
con frecuencia no es posible averiguar su lugar de procedencia y se les ubica más o
menos irregularmente en cualquier país africano. Los que logran escapar a ese destino
deben permanecer como “clandestinos”, sin papeles, sin derecho a la sanidad pública,
y por supuesto sin trabajo o dedicados a tareas inclasificables a medio camino entre la
semiesclavitud y la delincuencia, el “top-manta”, prostitución no voluntaria
Se arguye que el levantamiento de las restricciones en el control de la inmigración daría
lugar a un “efecto llamada”, es decir, un aumento desmesurado de los inmigrantes proce-
dentes de los países pobres, en nuestro caso de África, con un impacto social impre-
visible. Es preciso hacer una aclaración importante. Mientras persistan las causas que ge-
neran la emigración de los países subdesarrollados, ésta continuará, con o sin restriccio-
nes, con destino a los países altamente desarrollados. Lo que produce el efecto llamada
es la desigualdad, el desequilibrio existente en el desarrollo económico e industrial entre
las diversas zonas del planeta. Mientras no se corrija ese desequilibrio, todo lo que se
haga a favor de los inmigrantes, siendo por mismo plausible, no pasa de ser un
tratamiento de los síntomas de una enfermedad y no de la enfermedad misma.
Es evidente que la solución del problema es incompatible con la persistencia del siste-
ma que originó y mantiene ese problema. El 15% de la población del planeta consume
aproximadamente el 85% de la riqueza mundial producida en bienes y servicios, mien-
tras que el 85% de la población restante consume solamente el 15% de la riqueza
producida. Por su propia naturaleza, este sistema capitalista genera desigualdad y
marginación.
Concretamente en nuestra área geográfica la atracción por la emigración a los países
de la UE sigue operando sobre gran parte de la población de casi todo el continente
africano. Actualmente la forma en la que se produce la gestión económica agrava la
situación de los parias de la tierra. Sin cesar aumentan las desigualdades en el repar-to
de las rentas de la producción. Del continente africano se extraen materias primas
como el coltán que son muy necesarios para la industria electrónica pero que no dejan
beneficios en los países donde se extraen. También es conocido que mucha tierra cul-
tivable en África está siendo adquirida por potencias industriales fuertes: Europa Occi-
dental, Arabia Saudí, China, India. Algo similar ocurre en otras zonas del mundo:
América Latina con relación a la parte norte del continente, en Asia entre los países
subdesarrollados y los altamente evolucionados… En bastantes de las zonas menos
desarrolladas económicamente, pero con recursos naturales importantes, el neocolo-
nialismo y las contradicciones entre las potencias económicas promueven guerras cu-
yas nefastas consecuencias deben sufrir las poblaciones locales.
Este sistema genera todo eso, y por todo eso es forzada a emigrar una masa creciente
de desesperados a los que no les queda otra salida que escapar a donde sea y como
sea. No es extraño que esas masas humanas busquen salida en otras zonas más
privilegiadas. Es imposible detener el empuje de esa muchedumbre que reclama su
derecho a vivir. Las víctimas de los naufragios de pateras, la miseria de las zonas
donde se hacina la población inmigrante en los países ricos, sin recursos, sin sanidad,
sin trabajo, sin derechos, la tragedia de los campos de refugiados, la sangre de las
víctimas en los países donde se guerrea a mayor provecho de la potencias industriales
y económicas, claman al cielo. “¿Qué has hecho de tu hermano?