los que viajan. No todos los que consiguen arribar a nuestras costas pueden estable-
cerse aquí. A los que son descubiertos y detenidos se les repatria, o algo parecido pues
con frecuencia no es posible averiguar su lugar de procedencia y se les ubica más o
menos irregularmente en cualquier país africano. Los que logran escapar a ese destino
deben permanecer como “clandestinos”, sin papeles, sin derecho a la sanidad pública,
y por supuesto sin trabajo o dedicados a tareas inclasificables a medio camino entre la
semiesclavitud y la delincuencia, el “top-manta”, prostitución no voluntaria…
Se arguye que el levantamiento de las restricciones en el control de la inmigración daría
lugar a un “efecto llamada”, es decir, un aumento desmesurado de los inmigrantes proce-
dentes de los países pobres, en nuestro caso de África, con un impacto social impre-
visible. Es preciso hacer una aclaración importante. Mientras persistan las causas que ge-
neran la emigración de los países subdesarrollados, ésta continuará, con o sin restriccio-
nes, con destino a los países altamente desarrollados. Lo que produce el efecto llamada
es la desigualdad, el desequilibrio existente en el desarrollo económico e industrial entre
las diversas zonas del planeta. Mientras no se corrija ese desequilibrio, todo lo que se
haga a favor de los inmigrantes, siendo por sí mismo plausible, no pasa de ser un
tratamiento de los síntomas de una enfermedad y no de la enfermedad misma.
Es evidente que la solución del problema es incompatible con la persistencia del siste-
ma que originó y mantiene ese problema. El 15% de la población del planeta consume
aproximadamente el 85% de la riqueza mundial producida en bienes y servicios, mien-
tras que el 85% de la población restante consume solamente el 15% de la riqueza
producida. Por su propia naturaleza, este sistema capitalista genera desigualdad y
marginación.
Concretamente en nuestra área geográfica la atracción por la emigración a los países
de la UE sigue operando sobre gran parte de la población de casi todo el continente
africano. Actualmente la forma en la que se produce la gestión económica agrava la
situación de los parias de la tierra. Sin cesar aumentan las desigualdades en el repar-to
de las rentas de la producción. Del continente africano se extraen materias primas
como el coltán que son muy necesarios para la industria electrónica pero que no dejan
beneficios en los países donde se extraen. También es conocido que mucha tierra cul-
tivable en África está siendo adquirida por potencias industriales fuertes: Europa Occi-
dental, Arabia Saudí, China, India. Algo similar ocurre en otras zonas del mundo:
América Latina con relación a la parte norte del continente, en Asia entre los países
subdesarrollados y los altamente evolucionados… En bastantes de las zonas menos
desarrolladas económicamente, pero con recursos naturales importantes, el neocolo-
nialismo y las contradicciones entre las potencias económicas promueven guerras cu-
yas nefastas consecuencias deben sufrir las poblaciones locales.
Este sistema genera todo eso, y por todo eso es forzada a emigrar una masa creciente
de desesperados a los que no les queda otra salida que escapar a donde sea y como
sea. No es extraño que esas masas humanas busquen salida en otras zonas más
privilegiadas. Es imposible detener el empuje de esa muchedumbre que reclama su
derecho a vivir. Las víctimas de los naufragios de pateras, la miseria de las zonas
donde se hacina la población inmigrante en los países ricos, sin recursos, sin sanidad,
sin trabajo, sin derechos, la tragedia de los campos de refugiados, la sangre de las
víctimas en los países donde se guerrea a mayor provecho de la potencias industriales
y económicas, claman al cielo. “¿Qué has hecho de tu hermano?”