Fue noticia reciente el fallo que, tras más de doce años, emitió el Tribunal Constitu-
cional sobre el recurso que había presentado el Partido Popular contra la Ley del
aborto impulsada bajo el gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero. Por
siete votos frente a cuatro, el Pleno del TC desestimó el recurso de inconstitu-
cionalidad de esa Ley. Los medios informativos definen tal fallo como una victoria de
la mayoría progresista del Tribunal. Está, además, el hecho de que la Ley fue
impulsada por un gobierno socialista y aprobada en Las Cortes por los partidos del
sector progresista, de la izquierda en general, frente a la oposición de derechas
liderada por el PP secundada por el sector conservador en general.
A
presentada la cuestn
,
queda establecido un esque
m
a según el cual oponerse al aborto
es un asunto de la derecha política o sector conservador
,
y apoyarlo es una tarea de la iz
-
quierda y las fuerzas progresistas
. Y
a sabe
m
os que los conceptos de derecha e izquierda
,
conservadores y progresistas, tienen significado en el ámbito de la lucha de clases, es
decir
,
la eterna pugna entre quienes quieren conservar el siste
m
a de do
m
inación clasista
y quienes quieren (queremos) establecer un sistema más justo, e incluso igualitario.
Entonces tenemos un problema con el reparto de papeles o encasillamiento que se
hace sobre la cuestión del aborto
. S
in duda hay personas que
,
sintiéndose de izquierda,
incluso de una izquierda extrema como la comunista, como es mi caso, sienten horror
ante la práctica abominable del aborto, y no tienen ningún deseo de apoyarla ni por
activa ni por pasiva. Una forma pasiva de apoyo es no manifestarse de ninguna
manera sobre el tema. Para asumir actitudes de no beligerancia ante el tema se usa
como coartada el argumento o expresión: «Derecho a decidir». Este concepto del
derecho a decidir se usa, más o menos legítimamente, en otros ámbitos de la
problemática humana, pero referido al aborto me siento obligado a calificarlo como
una falacia, una falsa alternativa, un sofisma… veamos por qué.
Si se trata de derechos en relación al casamiento, relaciones sexuales, embarazo… por
supuesto, el derecho a decidir de las mujeres y de los varones a ese respecto debe
ser total. Pero cuando se está postulando el derecho decidir prácticas abortivas el
asunto es rechazable, tanto a los varones como a las mujeres; no es una cuestión de
género, sino de respeto a la vida humana. Es bastante conocido el dicho que la
libertad de una persona termina allí donde empieza la libertad de otra(s) persona(s).
Pues bien, según la misma gica, se puede decir que los derechos de una persona
terminan allí donde empiezan los derechos de otra
(
s
)
persona
(
s
). N
o se puede reconocer
el derecho de una persona a matar a otra. El derecho a vivir de un ser humano es más
respetable que el derecho a decidir de otro que desee asesinarlo.
Según esto, es totalmente inaceptable la práctica del aborto. ¿Cómo entonces se
intenta justificar ese crimen? Muy fácil, se le niega la condición de seres humanos a
los/las niños/as aún no nacidos/as. Los nazis negaban la condición humana a los
judíos y a los gitanos que enviaban a los campos de exterminio. Siguiendo un similar
macabro procedimiento, los/las abortistas ignoran o retrasan el reconocimiento de la
naturaleza humana de los fetos hasta… ¿hasta cuándo?, ¿hasta la tercera semana?,
¿hasta el tercer mes?, ¿hasta el momento mismo del nacimiento?... las opiniones
varían, pero al final parece que sólo importa satisfacer a quienes reclaman ese derecho
a decidir. Es muy grave que progresen los proyectos de ley que permiten esa
monstruosidad. Algunos partidos políticos ceden a las peticiones a ese respecto:
los/las abortistas pueden votar, los fetos, no. Está claro que si los políticos ceden o
apoyan esa aberración es porque quienes la piden son lo bastante numerosos para que
resulte políticamente provechoso consentirlo. Lo que ocurre de hecho es que las
posturas que las formaciones políticas asumen sobre esta cuestión están en función
del electorado al que quieren atraer: tal como sea la gente de un país, así serán
también los partidos que tengan, y las leyes que éstos aprueben. ¿Qué pensar,
entonces, de una sociedad en la que se acaba legislando el consentimiento del aborto?
Si no se respeta a la persona humana en su más indefenso y sagrado estado, ¿se puede
esperar que en tal sociedad se llegue alguna vez a alcanzar metas de justicia e
igualdad en el terreno económico, en las relaciones inter-género, en las inter-étnicas,
en las internacionales…? El motivo es siempre el mismo, el egoísmo, la falta de
empatía o solidaridad humana. En España, tras el record de 118.611 abortos del año
2011, la tasa bajó algo pero se mantiene en torno a los 100.000 abortos anualmente.
¿Se puede estar orgulloso de pertenecer a una sociedad en la que tienen lugar tantos
asesinatos infantiles, y además con protección legal y asistencia de la sanidad
pública? Pienso que son malditas las leyes que permiten tales crímenes. Pero además,
¿se pueden compaginar los ideales humanitarios, que la izquierda tiene vocación de
defender, con esa práctica tan inhumana? Como se indicó más arriba, se lo intenta
justificar con un sofisma, una falacia, una falsa disyuntiva: se presenta como algo que
se hace en favor de alguien.
Se usan argumentos como el de que la preocupación por los aún no nacidos redunda
en perjuicio de los que ya nacieron y sufren penalidades. Como si los no nacidos
estuviesen en un platillo de balanza y los nacidos que sufren precariedad estuviesen
en el otro platillo, y fuese necesario que unos bajen para que otros suban, que unos
mueran para que otros vivan. Otra línea de argumentación enfatiza la desgraciada
situación o circunstancias que llevan a una mujer, o a una pareja, a recurrir al aborto.
No debemos olvidar que la función o tarea de la izquierda es precisamente la
construcción de un mundo en el que sean superadas esas carencias o dificultades para
la vida humana; la defensa de la igualdad, social y de género, de la dignidad y de la
vida hu
m
ana son parte inseparable del mismo programa liberador. El aborto no es
ningún tipo de solución a la amplia y diversa problemática humana.
R
echace
m
os
,
pues
,
sin complejos
,
el plantea
m
iento falaz que pretende que la defensa de
la vida hu
m
ana en su fase prenatal i
m
plica desatender o
m
inusvalorar la dedicación que
requieren otros problemas sociales. Los derechos humanos son inseparables unos de
otros, y el derecho a la vida no debe ser limitado por algún otro derecho.