demás, en los centros de peregrinación religiosa hay actualmente para muchos peregrinos
bastantes atractivos culturales interesantes como monumentos, arte religioso e incluso las
pintorescas expresiones de fervor religioso en los cuales ellos mismos no participan. A ese
respecto, considérense, por ejemplo, las procesiones religiosas que en muchas ciudades
españolas tienen lugar durante la Semana Santa, y que para una gran cantidad de personas
se trata sólo de un espectáculo, algo en lo que se participa sólo como espectador.
A
lgo si
m
ilar ocurre con el folclore y la po
m
pa del culto jacobeo en
C
o
m
postela: el solemne
nombramiento, en la misa de la catedral, de los colectivos y personas asistentes en el acto,
la procesión a la parte trasera del altar para abrazar la estatua del Apóstol Santiago, la
incensación pendular por medio del botafumeiro, a través del crucero del templo, la
adquisición de una vieira (concha) u otros recuerdos acreditativos de la peregrinación…
Además, para los que les interesa el asunto, la Iglesia concede premios espirituales como
indulgencias para el perdón total de los pecados para los peregrinos que, habiendo llegado
a Compostela, asisten a misa en la catedral, rezan un credo y comulgan allí,
independientemente de la forma en la que se fue a esa ciudad: a pie o de otra manera.
Hace unas semanas viajé a Compostela con un grupo de peregrinos de mi ciudad, pero a
mi no me cuadra el título de “peregrino” sino el de “turista”; yo no creo en las
indulgencias ni en el poder del papa o los obispos para concederlas. Sí que le doy mucha
importancia a la eucaristía pero pienso que es tan valiosa la que se celebra en cualquier
iglesia o en cualquier lugar que la que se celebra en la catedral compostelana. En realidad,
después de asistir a la misa de esa peregrinación en la catedral de Compostela pienso que
ese es precisamente el lugar menos adecuado para la celebración de la eucaristía.
Estuve, al igual que los demás miembros de la peregrinación, más de hora y media en el
interior de ese templo. Era tal el gentío asistente al culto en la catedral que fue preciso
entrar antes del final de la misa anterior para procurar conseguir un asiento de los que
quedaban libres al final de la ceremonia. Aún así, como era tanta la gente que había tenido
la misma idea, resultaba muy difícil hacerse con un asiento y en la pugna por conseguirlo
no faltaba algún incidente. Varias veces, por los altavoces se pedía que se guardara
silencio pues era un lugar de oración. Yo había estado más veces en ese templo pero
nunca lo había visto con una asistencia tan masiva y con un ceremonial tan fastuoso. La
causa de eso es que mis visitas anteriores tuvieron lugar en días laborables y en cambio
esta era en domingo y además en una fiesta religiosa importante, era el día de Pentecostés.
P
uesto que en el
m
undo hay tantos tipos de personas diferentes
,
es posible que a algunos de
los asistentes a aquel acto les resultase e
m
ocionante y que la fastuosidad del culto les i
m
pre
-
sionase y los acercase a
D
ios
. Y
o hablo de
m
i experiencia personal y digo que todo lo que veía
allí me inspiraba repulsa y no acercamiento a Dios. El lugar tenía todos los ingredientes
i
m
presentables que se dan en todos los te
m
plos de la Iglesia pero acentuados y potenciados
en exceso. Para empezar, está ese culto a los santos, en este caso concreto a Santiago.
Aparte de la larga cola de ciudadanos que dirigen a abrazar la estatua del santo en una
estancia especial, está el desfile de otra imagen de Santiago a través del templo un poco
antes de empezar la misa, con un extraordinario cortejo de clerecía y una música solemne.
S
in olvidar la recargada i
m
aginería de los pórticos y de
m
ás elementos arquitectónicos del
te
m
plo
. A
este tipo de culto la Iglesia lo deno
m
ina
latría
,
pero en realidad
,
en el fondo y en