Este año, 2010, es un año Jacobeo o Año Santo de la catedral de Santiago de Compostela.
Como es sabido, se asigna ese título a los años en los que la fiesta de ese santo el 25 de
julio coincide en domingo, lo que no volverá a ocurrir hasta el o 2021. La
peregrinación al santuario de Compostela es especialmente importante en esos años
Jacobeos, aunque, de hecho, no cesa nunca y ocurre también en los demás años.
Esa peregrinación a Compostela, no sólo desde nuestro país sino también desde muchos
otros países, principalmente de Europa Occidental, viene ocurriendo desde hace más de un
milenio. Durante la edad Media el camino de peregrinación y sus diversas ramificaciones
fueron como los hilos que interconectaban los diversos centros de la Europa cristiana. Las
peregrinaciones contribuyeron a crear, articular y fortalecer las rutas comerciales y los
lazos políticos y culturales de los reinos de Europa Occidental que se estaban formando
por entonces. Recordemos que durante la Edad Media España, toda la Península Ibérica,
fue un terreno de confrontación militar entre civilizaciones, un continuo guerrear de varios
siglos entre la Europa Cristiana y el Islam. A la vez, ambas civilizaciones se enfrentaban
también en el otro extremo del Mediterráneo, en Oriente Medio, la Tierra Santa de los
cristianos. Allí tenían lugar las cruzadas contra los musulmanes. En ese contexto el centro
religioso de Compostela, el culto al apóstol Santiago que allí tenía lugar y el intenso
peregrinaje por el Camino de Santiago, al igual que las peregrinaciones de la misma época
a Jerusalén, jugaban el papel de elemento ideológico de auto-afirmación de la común
identidad de los pueblos cristianos europeos.
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n Oriente los cruzados cristianos fueron barridos por los musulmanes. Después surgió
allí un potente imperio turco que destruyó el imperio de Bizancio y amenazó a la Europa
Oriental en una ofensiva que se extendió a través de los Balcanes hasta Europa Central.
Mientras tanto en Occidente los reinos cristianos de la Península Ibérica (Castilla, Aragón,
Portugal…) expulsaron a los musulmanes y destruyeron su cultura en este territorio.
Como resultado de ese cambio de la situación, después del siglo XV perdió algo de vigor
el peregrinaje a Compostela. Es digno de mencionar que además surgió en el seno de la
Europa cristiana el grave cisma que constituyó la Reforma Protestante. En los siglos
siguientes la peregrinación por el Camino de Santiago no llegó a recuperar nunca su brillo
medieval. Pero parece que últimamente de nuevo adquiere vigor ese flujo de
peregrinación. ¿Tiene algo que ver ese fenómeno con el fortalecimiento de los lazos inter-
europeos en el seno de la Unión Europea que se está formando y con el fantasma del
nuevo enfrentamiento de civilizaciones que se insinúa en el horizonte?
En todo caso vamos a dedicar un poco de atención histórica a las circunstancias en las que
nació el culto y las peregrinaciones jacobeas, la realidad de la tradición jacobea en España
y la realidad actual de ese culto. Primero veamos la tradición en la que se basa el culto a
Santiago en España. En el origen de esta tradición hay una leyenda, o mejor dicho varias
leyendas. La principal de ellas es la que surgió en la época en la que fue descubierta la
tumba atribuida al Apóstol. Según esa tradición, Santiago, hijo de Zebedeo y Salomé, y
hermano del Juan el Evangelista, predicó en España, concretamente en Galicia, la doctrina
de Jesucristo sin gran éxito. Sin embargo hizo algunos discípulos siete en concreto, que
le acompañaron después en su regreso a Judea.
Habiendo vuelto a Jerusalén, Santiago fue arrestado por orden del Rey Herodes Agripa y
después fue condenado a muerte y decapitado. Esto último no es leyenda sino un hecho
histórico, pero la leyenda recupera después el cadáver para añadir que los discípulos de
Santiago, bajo la dirección de uno de ellos, un gallego llamado Sonotes, tomaron el cuerpo
del Apóstol para transportarlo a Galicia en un barco. No se sabe si fue la misma leyenda o
algún adorno que surgió después el que añade que el barco no era de madera sino ¡de
piedra!. El desembarco, siempre según la mencionada tradición, tuvo lugar en un sitio
llamado Iría Flavia. En la costa de ese lugar se muestra a los visitantes una columna de
piedra a la cual, según la leyenda, fue amarrado el barco que traía los restos de Santiago.
La misma leyenda asegura que en ese mismo sitió había estado el Apóstol predicando
unos años antes. No lejos de allí fue enterrado su cuerpo decapitado. El descubrimiento de
esa tumba pertenece a la historia, pero la leyenda lo embelleció diciendo que el
descubrimiento fue posible por que se vieron unas estrellas brillantes sobre el lugar
indicando la ubicación de la tumba. Por eso se llamó a aquel lugar Campo de la Estrella
(Campus Stellae, en legua latina) de donde viene el nombre actual de Compostela.
Pero hay más leyendas en relación con el tema de Compostela y en concreto con las
peregrinaciones a ese lugar, que comenzaron pronto tras el descubrimiento de la tumba, y
con la construcción de la catedral de esa ciudad. La siguiente leyenda se refiere al
emperador francés Carlomagno. Está registrada en el cuarto libro del Codex Calixtinus,
que es un manuscrito del siglo XII que se encuentra en el archivo de la catedral de
Compostela. Su contenido sobre la leyenda dice que el emperador Carlomagno tuvo una
visión de Santiago que le decía: El camino de las estrellas que ves en el cielo significa
que desde este país hasta Galicia debes ir con un gran ejército para batallar contra los
pérfidos paganos y liberar mi Camino y mi tierra, y visitar mi basílica y tumba. Y
después irán allí en peregrinación todos los pueblos, de mar a mar, pidiendo perdón por
sus pecados y proclamando alabanzas al Señor, sus virtudes y las maravillas que
realizó. El texto del Código Calixtino prosigue: Y en seguida (el emperador) vio en el
cielo un camino que comenzaba en el mar de Frisia y, extendiéndose entre Alemania e
Italia, entre la Galia y Aquitania, pasaba directamente a través de Gascuña, Vasconia,
Navarra y España hasta Galicia, donde estaba oculto por entonces, sin que se supiese,
el cuerpo de Santiago.
El “caminoal que se refiere esa leyenda es la “Vía Láctea” es decir, nuestra galaxia, la
franja brillante constituida por millones de estrellas que se puede ver en el hemisferio
norte en las noches sin nubes. En España otro nombre de esa masa de estrellas es “Camino
de Santiago” igual que la ruta de peregrinación a través de la cual se va a Compostela. El
emperador Carlomagno era contemporáneo del descubrimiento de la tumba de
Compostela, pero sin embargo él no tuvo ninguna relación con ese hecho. Su ejército
que estuvo luchando en España contra los árabes, pero muy lejos de Galicia, donde él no
fue nunca para visitar la tumba de Compostela. La leyenda, quizá, nació en Francia, de
donde venían, durante toda la Edad Media, muchos peregrinos.
Hay otra leyenda en relación no con la tumba ni con el camino de peregrinación sino con
la figura de Santiago mismo. Esta leyenda no es tan antigua como las anteriores: nació
varios siglos después pero se basa sobre la afirmación de la leyenda anterior que dice que
Santiago estuvo en España y predicó aquí. La tradición, que aparece registrada en un
manuscrito del siglo XIII, afirma que estando Santiago y varios de sus seguidores rezando
junto al río Ebro, en Zaragoza, tuvieron una visión milagrosa de la madre de Jesús, que en
esa época vivía n en Jerusalén, y les pidió que en aquel lugar construyeran un templo
dedicado a ella. En ese sitio se construyó, en la época cuando la leyenda nació, una
catedral de estilo gótico que fue después sustituida por la gran catedral moderna llamada
“del Pilar” (columna) que existe actualmente.
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lios y el libro de los Hechos de los Apóstoles que, aunque no son estrictamente unos libros
históricos, tratan con bastante seriedad sobre personas y hechos históricos. Santiago el
hijo de Zebedeo es mencionado varias veces en los textos evangélicos como uno de los
principales discípulos de Jesús, pero no muy a menudo. Por ejemplo, en el conjunto de los
cuatro evangelios, el nombre de María Magdalena aparece más veces que el de Santiago.
El libro de los Hechos de los Apóstoles narra la historia de los discípulos de Jesús en la
época posterior a la desaparición del Maestro. Ese libro describe el desarrollo de la
naciente Iglesia, la primera comunidad apostólica de Jerusalén, los hechos de Pedro y
otros apóstoles, y principalmente, la conversión de Saulo (San Pablo) y sus viajes para
predicar y difundir la doctrina de Jesús.
Si Santiago hubiese emprendido el viaje a España, que pretende su leyenda, eso sin duda
hubiese sido registrado en el libro de los Hechos de los Apóstoles ya que ese viaje
hubiese sido más largo y más destacable que los de otros apóstoles. Por ejemplo, el viaje
más largo de Pablo es el que hizo a Roma; sus otros viajes se limitaron a territorios
relativamente cercanos a Judea: Damasco, Antioquía, Asia Menor, Grecia…, y sin
embargo el libro los describe con todo detalle. Pedro fue sólo hasta Antioquía, y el libro lo
narra puntualmente, pero no dice nada de su viaje a Roma. Esto nos permite suponer que
esa ida de Pedro a Roma, en la que se basa la pretensión de los papas romanos a la
autoridad que pretenden tener sobre la Iglesia, es tan fantasioso como el de Santiago a
Galicia. Sobre el Apóstol Felipe el libro de los Hechos nos cuenta que fue a Samaria, por
lo tanto se trata de un pequeño viaje a una región vecina de Judea y Galilea y sin embargo
ese libro no desdeña mencionarlo. Esto nos permite suponer que si el Apóstol Santiago
hubiese realizado un tan largo viaje al otro extremo del Imperio Romano este asunto
hubiese sido lo bastante importante para que Hechos de los Apóstoles lo mencionase, y
que si esa mención no existe, muy posiblemente no tuvo lugar.
Pero hay más argumentos. El libro de los Hechos de los Apóstoles menciona a nuestro
Santiago solamente dos veces. La primera es para indicar que ese apóstol se encontraba
junto con otros, que también menciona, en el lugar donde acostumbraban a reunirse y a
esconderse en Jerusalén antes de Pentecostés. La otra mención, que se encuentra todavía
entre los primeros capítulos del libro, es para contar que ese apóstol murió decapitado por
orden del Rey Herodes Agripa. Esto tuvo lugar en el año 43 ó 44 de nuestra Era, o sea
unos 13 o 14 años después de la muerte del Maestro Jesús. Para la aclaración de nuestro
asunto es muy importante esa fecha ya que indica que si el viaje de ese apóstol a España
hubiese tenido lugar, tal viaje no sólo hubiese sido el más largo y lejano sino también el
primero de todos los viajes apostólicos, ya que los mencionados de Pablo, Pedro y demás
apóstoles tuvieron lugar bastante después de esa fecha. Eso haría del viaje hispano de
Santiago el más importante y digno de mención de todos los viajes de los apóstoles. Y sin
embargo, como decía, esa mención no existe para nada en el libro.
Pero la leyenda es aún más delirante en lo que se refiere a otro aspecto. Según ella, el
apóstol Santiago vino a España para predicar el mensaje de Jesucristo y cristianizar a los
habitantes de este país. Basta con leer el mencionado libro de los Hechos de los Apóstoles
para comprender que eso es totalmente imposible. ¿Por qué? Hay que tener en cuenta que
al comienzo el asunto cristiano era algo existente y que tenía lugar solamente en el marco
del judaísmo. Jesús y sus discípulos eran todos judíos. Solamente muy poco a poco el
asunto se fue extendiendo a las personas de los pueblos no judíos. En esa época la
predicación de los apóstoles iba dirigida solamente a los miembros de la etnia judía y a
aquellos no-judíos que sin embargo asumían la religión judía, que se formalizaba en la
práctica por la circuncisión de los varones. Cuando los goyim (los gentiles, los no judíos)
sentían interés por el mensaje de Jesucristo y querían recibir el bautismo que formalizase
su pertenencia al círculo de los seguidores de Jesús el asunto funcionaba como una
conversión al judaísmo, es decir, el naciente grupo cristiano venía a ser una más de las
muchas sectas judías que hacían conversos entre los paganos gentiles, y eso significaba
que, además del bautismo cristiano, e incluso antes de esa ceremonia, los convertidos a
Jesús debían recibir antes la circuncisión que los convertía en judíos.
Pues bien, el Apóstol Santiago fue condenado a muerte y ajusticiado precisamente cuando
estaba empezando ese asunto del bautismo de los no-judíos. Eso significa que él no vivió
el posterior proceso, cuando en el seno de aquella primitiva comunidad cristiana se
produjo una gran polémica sobre la disyuntiva de si circuncidar o no a los goyim antes de
su bautismo. Tras la mención de la muerte de Santiago, el resto del libro de los Hechos de
los Apóstoles, al igual que las cartas o epístolas de Pablo, está lleno de la descripción de
aquella polémica, a veces muy agria, entre los partidarios y los contrarios de la
circuncisión antes del bautismo. La polémica se hizo muy agria y resulto ser muy grave
problema por lo que los apóstoles decidieron organizar en Jerusalén un concilio para
debatir el asunto y decidir sobre él. Finalmente, la decisión fue que no se hiciera
imprescindible la circuncisión antes y además del bautismo; esa decisión fue el primer
paso en el proceso de separación del cristianismo de la religión judía de la que procedía.
Pero, como antes se dijo, nuestro Santiago no llegó a enterarse de nada acerca de estos
acontecimientos. Cuando el concilio de Jerusalén debatía ese tema Santiago estaba desde
hacía seis o siete años confortablemente instalado en su sepulcro, sepulcro que no se
encontraba precisamente en Galicia. Por lo tanto es una locura pensar que ese apóstol se
hubiese dedicado a cristianizar a los goyim españoles según los criterios que habrían de
ser decididos en el concilio de Jerusalén que aún no había tenido lugar. Pero la locura
mayor es la otra aseveración de la leyenda, es decir, que el cadáver del decapitado
Santiago fue trasladado por algunos discípulos suyos desde Judea a Galicia. Los que
conocen las rigurosas leyes de la religión judía (a la cual, no olvidemos, seguían
perteneciendo los apóstoles) acerca de los cadáveres, comprenderán que tal viaje llevando
un cadáver al otro extremo del Imperio Romano es una barbaridad. Además, incluso si
realmente Santiago hubiese predicado en España, ¿por qué realizar tan extraño traslado de
su cadáver a este país? Sus discípulos, suponiendo que tales personas hubiesen existido,
no podían saber que los españoles de varios siglos más tarde necesitarían ese cadáver para
montar la trama ideológica de las peregrinaciones medievales y para el negocio turístico
de los siglos XX y XXI.
Pero si la leyenda sobre la predicación de Santiago en España y el posterior traslado de su
cuerpo a este país es una majadería, es aún más demencial la otra leyenda, la de la
aparición de la madre de Jesús en Zaragoza. Cuando en el siglo XIII se quiso construir la
catedral junto al río Ebro en esa ciudad, existía en aquel lugar una gran masa de piedras,
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abían sido al
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acenados allí en el primer siglo
de nuestra Era para la construcción de un templo dedicado el emperador romano Calígula.
Cuando ese joven César enloqueció, ordenó construir templos en todas las ciudades del
imperio para adorarle a él en ellos, y en aquellos templos que ya existían ordenó que se
colocasen estatuas suyas para ese culto i
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perial
. N
o hubo ningún problema para que en las
ciudades paganas del imperio se aceptase ese culto, pero en Jerusalén la cosa fue muy
diferente. Para los judíos, poner en el templo de Jerusalén una estatua de Calígula era una
idolatría que no podían soportar, y todo el pueblo judío, incluidos los cristianos de la
co
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unidad pri
m
itiva
,
se oponía a aquel acto sacrílego que recordaba el que había tenido
lugar en la época de Antíoco Epifanes y que produjo la sublevación de los Macabeos. Esa
situación hubiese podido terminar en una gran lucha de resistencia y una gran masacre en
Jerusalén y toda Judea, pero no ocurrió nada ya que el emperador Calígula fue asesinado
en Roma. De hecho, él gobernó durante menos de cuatro os y sus demenciales órdenes
del culto al emperador fueron abolidas tras su muerte. El templo en Zaragoza había sido
comenzado a construir pero tras la muerte de Calígula el trabajo fue interrumpido y los
materiales quedaron allí sin más cambios durante los siguientes siglos. Cuando se
emprendió allí la construcción de la catedral tica dedicada a la Virgen María se le dio a
ese templo el nombre “de la Virgen del Pilar”. El pilar era una pequeña columna que había
allí entre los restos del templo de Calígula no construido. La leyenda que nació en el
marco de la construcción de la catedral medieval pretendía que sobre aquella columna o
pilar la madre de Jesús se había aparecido ante Santiago pidiéndole que construyese en
aquel lugar una iglesia dedicada a ella. Muchas iglesias construidas a lo largo de los siglos
poseen una leyenda similar de aparición de la Virgen pidiendo su construcción, pero esa
del templo de Zaragoza es diferente de todas las demás leyendas en el sentido de que, en
la época de la pretendida visita de Santiago a España, la madre de Jesús todavía estaba
viva. Es una locura pensar que una piadosa judía, como era ella, pidiese, cuando aún
estaba viva, que se le dedicase un templo. Los inventores de tal leyenda atribuyen a la
Señora una manía como la de Calígula. Además en aquella época, cuando aún vivían la
madre y los discípulos de Jesús, ninguno de ellos podía saber lo que eran las iglesias o
templos cristianos tal como los conocemos ahora. Ellos participaban del culto judío en el
templo de Jerusalén y en las sinagogas judías, y las asambleas específicamente cristianas
para recordar la Cena de Jesús tenían lugar en cualquier local. El invento de los templos
cristianos que conocemos actualmente no tuvo lugar hasta el siglo IV de nuestra Era.
P
ues bien
,
si concluimos de que e
l A
póstol
S
antiago nunca estuvo en
E
spaña ni vivo ni
muerto, ¿a quien pertenecía la tumba antigua descubierta en Compostela en el siglo IX?
En el año 818, o el 814 según otras versiones, el Obispo Teodomiro de Iria Flavia (actual
Padrón) comunicó al Rey de Asturias Alfonso II el descubrimiento del sepulcro que él
atribuyó al Apóstol Santiago. Hubiese podido darle al dueño de los restos descubiertos
cualquier otro nombre y todos los nombres serían falsos excepto uno solo, el del
verdadero ocupante de la tumba. El nombre correcto hubiese sido el de “Prisciliano”. Lo
más probable es que el tal obispo no supiese gran cosa, si es que sabía algo, sobre
Prisciliano. Lo mismo le ocurre a muchas personas de nuestra época. Por eso procede que
ahora digamos algo sobre esa persona, pero para no repetir lo que ya escrien otra parte
bajo el título: Otro modelo de evangelización, que se puede ver en la dirección:
https://carleos.epv.uniovi.es/~faustino/evangelizacion/e.htm y más concretamente en el
tercer capítulo o entrega de ese texto, titulado: La religión oficial, y cuya dirección es:
https://carleos.epv.uniovi.es/~faustino/evangelizacion/e3/ev3.htm
En el mencionado texto se explica quien fue Prisciliano y porqué fue decapitado, al igual
que Santiago Apóstol, y cómo llegaron sus restos a Compostela. Cuando se descubrió su
tumba se había perdido en nuestro país la memoria sobre Prisciliano y se le asiga su
ocupante el nombre de Santiago Apóstol, quizá porque los restos encontrados
evidenciaban que su dueño había sido decapitado.
En esa época y desde al año 711 gran parte de la Península Ibérica estaba en poder de los
musulmanes. En el norte resistía precariamente el Reino de Asturias cuyo titular en la
época del descubrimiento de la tumba era el Rey Alfonso II, hijo de Fruela, el fundador de
la ciudad de Oviedo. En la historia de España se denomina “Reconquista” el período de
casi ocho siglos transcurridos desde la invasión de los árabes en 711 hasta la conquista de
su último reducto peninsular en el año 1492. La Reconquista tuvo su comienzo efectivo en
el año 722 cuando tuvo lugar en Asturias la llamada Batalla de Covadonga”. De hecho,
esa batalla fue una actividad guerrillera contra los árabes en la periferia del gran imperio
islámico cuyo centro se encontraba entonces en Damasco y se extendía a través del todo el
norte de África hasta España. Tanto la victoria cristiana de Covadonga como la
consolidación del, por lo demás inestable, reino de Asturias, cuyo primer rey fue Pelayo,
fueron posibles debido a que en el seno del imperio árabe se produjo un gran desacuerdo
entre la dinastía reinante de los Omeyas y los descendientes del Profeta Mahoma. Como
resultado de esa guerra civil entre los árabes se fundo otro centro califal en Bagdad, y de
la matanza en la que perecieron los Omeyas se salvó un muchacho que escapó a España y
estableció aquí un emirato o califato en rebeldía contra el centro islámico de Bagdad. El
hecho de que por entonces los árabes batallaban entre permitió al pequeño Reino de
Asturias afianzarse y desarrollarse. Pero durante casi doscientos años la existencia de este
reino fue muy inestable y arriesgada pues tampoco faltaron discordias y guerras internas
en él. El descubrimiento de la misteriosa tumba de Compostela tuvo lugar durante ese
período, cuando reinaba en Asturias Alfonso II, biznieto de Pelayo el vencedor de
Covadonga. Cuando este monarca tuvo noticia del descubrimiento de la tumba atribuida a
Santiago se trasladó con su familia a Compostela, inaugurando el ciclo de las
peregrinaciones a ese lugar, y ordenó la construcción de una capilla que con el paso del
tiempo se iría ampliando hasta llegar a ser la actual catedral de Compostela. La corte del
reino asturiano, en constante lucha contra los musulmanes que ocupaban gran parte de la
Península, comprendió que era posible organizar, sobre la base del culto a Santiago y sus
reliquias, un fuerte movimiento de apoyo religioso, político y económico a la batalla
contra los invasores de otra religión y otra cultura como eran los árabes mahometanos del
Emirato de Córdoba. Ciertamente el descubrimiento de la tumba y su explotación político-
religiosa contribuyeron al fortalecimiento del Reino de Asturias y a la posterior
continuación de la multisecular guerra de Reconquista contra los musulmanes en España.
Parece que todo lo concerniente a la figura de Santiago en su relación con España debe ser
objeto de mitos y leyendas. Ya vimos las leyendas sobre la predicación del apóstol en
España, sobre el traslado de sus restos desde Judea a Galicia, sobre el descubrimiento de
la tumba, sobre el sueño de CarlomagnoAhora veremos otro gran mito acerca de la
intervención del hijo de Zebedeo en la historia de España. Se trata de ese título de
Matamoros asignado en nuestro país a Santiago. ¿Por qué se le dio ese extraño título al
apóstol? La leyenda apareció en el siglo XIII. Primero veamos el contenido de la leyenda
y luego nos referiremos a los motivos de su aparición.
La leyenda sobre Santiago Matamoros asegura que durante la primera etapa de la
Reconquista, cuando el reino cristiano de Asturias era muy débil, debía pagar cada año un
tributo anual al potente califato de Córdoba. El tributo consistía en cien muchachas
doncellas. Según la leyenda, ese tributo fue pagado durante muchos os pero en la época
del Rey Ramiro I, ese monarca quiso dejar de pagarlo y eso provocó una guerra contra los
árabes. El resultado de esa guerra fue decidido en la llamada “Batalla de Clavijo”, que
tuvo lugar en el año 844 en un lugar situado 25 Km. al sur de Logroño. La batalla
comenzó el 22 de mayo y al principio se desarrolló desfavorablemente para los luchadores
cristianos, que quedaron cercados, al finalizar el día, en el monte Lanturce. Parecía seguro
que las tropas cristianas serían destruidas al día siguiente, pero esa noche Santiago se
apareció durante el sueño al rey Ramiro prometiéndole ayuda en la batalla. La leyenda
continúa asegurando que, verdaderamente, durante la batalla apareció entre los caballeros
cristianos el apóstol Santiago cabalgando sobre un caballo blanco y teniendo en su mano
izquierda un estandarte blanco con una cruz roja y en la derecha una espada con la que
hizo una gran matanza entre las tropas musulmanas, hasta conseguir, sobre el ejército
moro, una gran victoria que puso fin al pago del tributo.
Este asunto es totalmente inverosímil. No sólo la cabalgada de Santiago en medio de la
batalla de Clavijo es una leyenda, sino que la batalla misma es una pura invención y
posiblemente también el tributo de las cien doncellas. Ciertamente, durante más de un
siglo el Reino Asturiano era muy débil en comparación con el potente Emirato de
Córdoba y es muy verosímil que debió pagar, durante algunos períodos, algún tributo a los
árabes, pero parece que el tributo consistía en otro tipo de carne, concretamente ganado,
principalmente vacuno, pero no doncellas. Por lo demás, hay en esa leyenda otros
elementos totalmente carentes de lógica. Según la leyenda, el pago del tributo comenzó en
la época del rey Mauregato (783-789), y la batalla que puso fin a ese tributo tuvo lugar en
844. Pues bien, hay que tener en cuenta que dentro de ese período transcurrió el largo
reinado de Alfonso II y que ese monarca venció varias veces a los moros, saqueó la ciudad
de Lisboa en el año 798 aprovechando unos problemas internos del Emirato de rdoba y
venció a los árabes en la batalla de Auceo en el o 825. Además conquistó y repobló
gran parte del territorio árabe de Galicia, León y Castilla. Por tanto, es evidente que si
existiese entonces ese u otro tributo del Reino Asturiano al Califato de Córdoba, ese rey
hubiese podido poner fin al pago del mismo como resultado de sus victorias.
Sin embargo no faltan en España personas que piensan que es verdad todo lo relativo a la
aventura española de Santiago Apóstol: su predicación en España, su enterramiento en
C
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postela
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las estrellas brillando sobre su tu
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ba y ta
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bién su intervención
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ilagrosa en la
batalla de Clavijo. En el Monasterio de Cañas (La Rioja) se muestra a los visitantes del
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useo del convento una herradura perdida por el caballo blanco de
S
antiago
,
aunque no en la
batalla de Clavijo sino en la de las Navas de Tolosa donde, al parecer, el Apóstol volvió a
cabalgar matando moros al lado de los caballeros cristianos. Por cierto, fue en esta batalla
de las Navas de Tolosa, que al contrario que la de Clavijo existió realmente, cuando se
i
m
plantó el grito de guerra:
Santiago y cierra España
que da título a este artículo.
¿Cuándo nació la leyenda de Clavijo? Como se dijo más arriba, la leyenda surgió en el
siglo XIII. Los historiadores de los siglos anteriores no dicen ni una sola palabra sobre esa
batalla. El Arzobispo de Toledo, Rodrigo Jiménez de Rada, fue el primer historiador que
menciona esa batalla en su obra De rebus Hispaniæ del año 1243. En ese punto de la
Reconquista la situación política era muy diferente de la de cuatro siglos antes. Por
entonces había en la Península Ibérica varios reinos cristianos: León, Castilla, Portugal,
Aragón, Navarra… batallando contra los árabes del sur, los cuales, a su vez, desaparecido
el Califato de Córdoba, también estaban divididos en varios reinos. Durante ese largo
período no faltaban guerras entre los reinos árabes, unos contra otros, a veces con aliados
cristianos. También los reinos cristianos solían batallar entre sí, a veces con aliados
musulmanes. E incluso tuvo lugar alguna batalla en la que en ambos lados del frente había
cristianos y musulmanes. Pero el esquema general era que los cristianos eran conscientes
de encontrarse en medio de un proceso de cruzada que en España recibía el nombre de
“Reconquista” que tenía por objetivo la victoria total sobre los musulmanes. Fue para
nutrir ese sentimiento y vocación por lo que aparecían leyendas como la de Clavijo.
Pero además había otro motivo. En conexión con la noticia de esa batalla de Clavijo
apareció el concepto del Voto de Santiago que consistía en un tributo especial que los
habitantes de todos los reinos cristianos de España debían pagar a la diócesis de
Compostela como agradecimiento por la ayuda de Santiago en la batalla de Clavijo. Ese
impuesto o tributo eclesiástico se adió al acostumbrado pago de diezmos y primicias a
la Iglesia. El pago de ese impuesto a la catedral de Compostela duró hasta el año 1812,
cuando lo abolió el Parlamento Constitucional de Cádiz.
En el año 1492 fue conquistado el reino de Granada, último reducto árabe en la Península
Ibérica, culminando así el proceso de Reconquista. Los cambios que tuvieron lugar en
España durante el reinado de los Reyes Católicos, y otros que ocurrieron algo después en
Europa: guerras españolas contra Francia y otros países europeos durante varias
generaciones, Reforma Protestante, Guerra de los 30 os… actuaron de manera
desfavorable sobre el peregrinaje a Compostela.
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abiendo terminado en España la lucha contra la civilización musulmana, desapareció una
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otivaciones del culto a
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tante iniciada por Lutero y continuada después por otros líderes: Calvino, el rey inglés
E
nrique
VII… E
sto afectó bastante a las peregrinaciones jacobeas ya que entre las diferencias
de los cristianos reformados con relación al catolicismo está una actitud distinta en
relación con las peregrinaciones. Concretamente, este asunto de las peregrinaciones
entraba en conflicto con algunas de las 95 tesis de Lutero. Él se basaba en la enseñanza de
Jesús acerca de que para la oración no es necesario un templo o algún lugar especial, sino
que se podía orar a Dios en cualquier lugar a condición de que se hiciese en espíritu y
verdad. Por otra parte, las tesis de Lutero que se referían a las indulgencias y al perdón de
los pecados constituían otro ataque contra la idea que inspiraba las peregrinaciones como
remedio para conseguir el perdón de Dios. Gran parte de la población de Europa aceptó
esas tesis de los reformadores y eso dañó la idea misma de peregrinación.
Y en aquellos pueblos que seguían siendo católicos no faltaban motivos que impedían o
dificultaban a sus habitantes viajar a Galicia. La política de alianzas familiares de los
Reyes Católicos ligó la corona española con la dinastía de los Habsburgos e implicó a
España en los conflictos que esa dinastía tenia en Europa Central, principalmente contra
Francia, tradicional lugar de origen de la mayor parte de los extranjeros que peregrinaban
a Compostela. Durante todo el reinado de Carlos V, a la vez rey de España y emperador
de Alemania, la guerra contra Francia fue incesante, y tal situación duró hasta la etapa
inicial del reinado de su hijo Felipe II, quien influyó después en la guerra civil que se
produjo en Francia y tuvo conflictos en Holanda y otros lugares.
Como se dijo, todo esto actuó contra las peregrinaciones jacobeas tal como habían sido en
la Edad Media. Desde entonces hasta comienzos del siglo XX el culto a Santiago de
Compostela quedó como un asunto casi meramente español, pero debe mencionarse que
durante esos siglos España se dedicó plenamente a la colonización de gran parte del
continente americano, y esa colonización significaba también cristianización. Los
territorios colonizados por España recibieron con el cristianismo, también el culto a
Santiago Apóstol, pero, por supuesto, no la costumbre de peregrinar a Compostela.
La situación desfavorable para las peregrinaciones jacobeas duró hasta comienzos del
siglo XX o más exactamente hasta finales del XIX, cuando se descubrieron de nuevo los
pretendidos restos de Santiago. Sí, desde el siglo XVI no se sabía dónde se encontraba el
famoso ataúd con las reliquias atribuidas a Santiago Apóstol. Lo que había ocurrido es que
en el año 1589 el Arzobispo Juan San Clemente ordeocultar el cofre de las reliquias
por temor a la aproximación a Compostela de los ingleses comandados por Francis Drake.
Quizá ese obispo falleció sin poder informar a su sucesor sobre el escondite del cuerpo ya
que durante 300 años se desconocía el lugar de las famosas reliquias. El ataúd fue
descubierto en el año 1878 esta vez sin necesidad de estrellas brillantes señalando el
lugar siendo obispo de Compostela el Cardenal Payá.
Entonces surgió una polémica acerca de la identidad de la persona a la que pertenecían los
restos descubiertos. En esa época muchas personas no eran tan crédulas como las de la
Edad Media. El siglo XIX era una época de librepensadores influidos por el progreso
científico y la revolución industrial. Muchos eran sensibles a los argumentos sobre la
verosimilitud de que la tumba de Compostela perteneciera a Prisciliano. El papa entonces
reinante, León XIII, declaró el 1 de noviembre de 1884, con una falta de rigor semejante a
la de algunos papas que proclamaron dogmas, que los restos recientemente descubiertos
en Compostela pertenecían a Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro, e instigó a los
cristianos a recomenzar las peregrinaciones. Sorprende esa actitud de la Iglesia de
entonces de dar una patente de autenticidad a lo que es una evidente patraña, con la actitud
prudente de la Iglesia actual de no pronunciarse sobre la autenticidad de la Sindone de
Turín, que probablemente es una reliquia auténtica.
A lo largo del siglo XX la peregrinación a Compostela se intensificó sin cesar. Pero el
peregrino actual es diferente de los medievales. Para empezar, hoy no todos los peregrinos
marchan a pie a través de la(s) ruta(s) jacobea(s); algunos hacen ese camino en bicicleta o
a caballo. Otros viajan a Compostela en automóvil, bien por el camino tradicional o bien
por carreteras normales. Y, finalmente, otros hacen la peregrinación en barco o en avión.
Por supuesto, en este caso se trata principalmente de peregrinos no europeos. Muchos
vienen de América, y es preciso mencionar que no todos los peregrinos actuales son
religiosos, incluso ni siquiera católicos o creyentes. Resumiendo, hoy la peregrinación a
Compostela y a otros lugares ya no es sólo un asunto religioso sino que muy a menudo se
trata sólo de turismo.
No faltan tampoco los que van a Compostela marchando a pie a través del Camino
tradicional
. P
ero ta
m
bién en ese caso la
m
otivación no sie
m
pre es religiosa
;
ta
m
bién ahí hay
turismo y principalmente deporte. Para esos peregrinos el Camino está suficientemente
señalizado, y en Internet se encuentra abundante información sobre el trayecto, hoteles y
monumentos. Los peregrinos peatones (o deportivos) caminan aproximadamente 25 Km.
cada día, y en los finales de cada etapa disponen de confortables posadas y todo tipo de
servicios de los que no disponían los antiguos peregrinos. El asunto está programado
según la mentalidad actual de la cultura del ocio y tiempo libre.
Así pues, la moderna recuperación de la peregrinación jacobea, principalmente en la época
actual, no puede ser interpretada como resultado de la participación de los peregrinos en el
credo del cuadro religioso en el que se oficia el ritual de catedral compostelana. En
algunos casos, ciertamente, así es, pero generalmente se trata de una expresión de los
valores de la sociedad moderna: el turismo, el interés por las tradiciones, las costumbres
populares, las épocas pasadas, o las nuevas formas de espiritualidad. El peregrino
conte
m
poráneo es a la vez un turista que usa los medios de transporte y demás servicios de
la industria turística y combina los motivos piadosos con el reposo y las vacaciones. Por lo
demás, en los centros de peregrinación religiosa hay actualmente para muchos peregrinos
bastantes atractivos culturales interesantes como monumentos, arte religioso e incluso las
pintorescas expresiones de fervor religioso en los cuales ellos mismos no participan. A ese
respecto, considérense, por ejemplo, las procesiones religiosas que en muchas ciudades
españolas tienen lugar durante la Semana Santa, y que para una gran cantidad de personas
se trata sólo de un espectáculo, algo en lo que se participa sólo como espectador.
A
lgo si
m
ilar ocurre con el folclore y la po
m
pa del culto jacobeo en
C
o
m
postela: el solemne
nombramiento, en la misa de la catedral, de los colectivos y personas asistentes en el acto,
la procesión a la parte trasera del altar para abrazar la estatua del Apóstol Santiago, la
incensación pendular por medio del botafumeiro, a través del crucero del templo, la
adquisición de una vieira (concha) u otros recuerdos acreditativos de la peregrinación
Además, para los que les interesa el asunto, la Iglesia concede premios espirituales como
indulgencias para el perdón total de los pecados para los peregrinos que, habiendo llegado
a Compostela, asisten a misa en la catedral, rezan un credo y comulgan allí,
independientemente de la forma en la que se fue a esa ciudad: a pie o de otra manera.
Hace unas semanas viajé a Compostela con un grupo de peregrinos de mi ciudad, pero a
mi no me cuadra el título de “peregrino” sino el de “turista”; yo no creo en las
indulgencias ni en el poder del papa o los obispos para concederlas. que le doy mucha
importancia a la eucaristía pero pienso que es tan valiosa la que se celebra en cualquier
iglesia o en cualquier lugar que la que se celebra en la catedral compostelana. En realidad,
después de asistir a la misa de esa peregrinación en la catedral de Compostela pienso que
ese es precisamente el lugar menos adecuado para la celebración de la eucaristía.
Estuve, al igual que los demás miembros de la peregrinación, más de hora y media en el
interior de ese templo. Era tal el gentío asistente al culto en la catedral que fue preciso
entrar antes del final de la misa anterior para procurar conseguir un asiento de los que
quedaban libres al final de la ceremonia. Aún así, como era tanta la gente que había tenido
la misma idea, resultaba muy difícil hacerse con un asiento y en la pugna por conseguirlo
no faltaba algún incidente. Varias veces, por los altavoces se pedía que se guardara
silencio pues era un lugar de oración. Yo había estado más veces en ese templo pero
nunca lo había visto con una asistencia tan masiva y con un ceremonial tan fastuoso. La
causa de eso es que mis visitas anteriores tuvieron lugar en días laborables y en cambio
esta era en domingo y además en una fiesta religiosa importante, era el día de Pentecostés.
P
uesto que en el
m
undo hay tantos tipos de personas diferentes
,
es posible que a algunos de
los asistentes a aquel acto les resultase e
m
ocionante y que la fastuosidad del culto les i
m
pre
-
sionase y los acercase a
D
ios
. Y
o hablo de
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i experiencia personal y digo que todo lo que veía
allí me inspiraba repulsa y no acercamiento a Dios. El lugar tenía todos los ingredientes
i
m
presentables que se dan en todos los te
m
plos de la Iglesia pero acentuados y potenciados
en exceso. Para empezar, está ese culto a los santos, en este caso concreto a Santiago.
Aparte de la larga cola de ciudadanos que dirigen a abrazar la estatua del santo en una
estancia especial, está el desfile de otra imagen de Santiago a través del templo un poco
antes de empezar la misa, con un extraordinario cortejo de clerecía y una música solemne.
S
in olvidar la recargada i
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aginería de los pórticos y de
m
ás elementos arquitectónicos del
te
m
plo
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este tipo de culto la Iglesia lo deno
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ina
latría
,
pero en realidad
,
en el fondo y en
la forma, no es más que idolatría. Ni qué decir tiene que yo no tomé parte en la ceremonia
de abrazo al Santo, ¡hasta ahí podíamos llegar!. Lo de menos es si Santiago haya estado en
España o no. Tanto si los restos de la cripta de esa catedral son de Santiago Apóstol o de
Prisciliano, sobra toda esa parafernalia litúrgica, al menos para gente como yo.
Y no faltaban los demás elementos alienantes de todos los templos de la Iglesia Católica y
de otras iglesias cristianas: una religiosidad centrada en el culto, un culto basado en
ceremonias no participativas y consistente en unos símbolos y signos que perdieron su
significado (si es que alguna vez lo tuvieron). Y luego está la monstruosidad de la división
del templo en dos partes diferenciadas: la parte destinada al blico seglar, los fieles
rasos, y la otra parte, denominada presbiterio, destinada al celebrante o celebrantes. En la
ceremonia a la que asistía en esa catedral el presbiterio era imponente y estaba lleno de
clérigos que habían llegado allí desfilando solemne y teatralmente a través del pasillo
central vestidos de forma que se diferencien notablemente de la gente normal que asistía
al culto. Ellos celebran y los demás lo asistimos, ellos hablan y los demás sólo tenemos
que escuchar y decir “amén”. Esta división o diferenciación de los cristianos entre
personas consagradas y profanas, que Jesús no estableció, es una (aunque no la única) de
las traiciones de la Iglesia al Evangelio del Jesús que quería que todos fuésemos uno (y
por tanto iguales). Pero los individuos que usurparon el poder en la Iglesia (obispos,
cardenales, papa…) se constituyeron en élite y además magisterio infalible. En la
imposición de manos del ritual del sacramento del orden no se transmite nada porque no
hay nada que transmitir, nada que no hayan recibido ya todos los bautizados. Bautismo y
eucaristía son los dos únicos sacramentos que instituyó Jesús, lo demás es fruto de dos
milenios de tradición deformadora. Dicen que el Concilio Vaticano II intentó redefinir a la
institución eclesial pero todo quedó como estaba. Yo después del Concilio sigo viendo a la
misma Iglesia de siempre: jerárquica, dogmática, cultual… Todos coinciden en que el tal
Concilio fue un fracaso en su aplicación. Normal, el Concilio, al igual que la Perestroika,
son procesos condenados de antemano al fracaso. No suele funcionar eso de poner un
remiendo nuevo a un vestido viejo.
Hace poco leí una obra de un famoso teólogo español que decía que la Iglesia, cuya
misión es acercar a las personas a Cristo en realidad se ha dedicado continuamente a
apartarlas de él. Lo peor del caso es que tiene razón. Siendo como fue la historia de la
Iglesia (cruzadas, inquisición, antimodernismo, connivencia con todos los sistemas
sociales explotadores: esclavitud, feudalismo, colonialismo, capitalismo…), el resultado
no podía ser de manera distinta a como fue. La mayoría de la gente se aleja de la religión,
y los que permanecen en ella, como el público que había ese día en catedral de
Compostela y el que recibe masivamente al papa cuando viene de visita, no puede decirse
que sea gente de Cristo, suele ser gente que está muy cómodamente instalada en este
sistema capitalista y por lo tanto no saben de que va eso del “Reino de Dios”. Esa es otra
manera de estar apartados de Cristo, y la Iglesia puede apuntarse el triunfo de haber
logrado eso. Esa religiosidad emocional que la gente experimenta en ceremonias sagradas
funciona como un sucedáneo de la verdadera piedad, que consiste en un compromiso de
transformar este mundo tan injusto en el que vivimos. Es ese tipo de religiosidad
emocional el que más se protege y se fomenta desde las esferas de poder de la Iglesia.
Una de las ceremonias de la catedral de Compostela que me disgustó especialmente, fue
cuando el sacerdote que iba a leer el texto del Evangelio se inclinó ante el obispo de la
diócesis para recibir de él la venia o permiso para leer el texto. Al menos el significado de
ese signo lo conozco. Significa que en la Iglesia la potestad de leer las escrituras viene de
la jerarquía, se transmite por línea jerárquica. Eso lo puede ser una ofensa para alguien
como yo que no reconoce la jerarquía, que considera que la jerarquía está constituida por
una pandilla que usurpó el poder de toda la comunidad eclesial. Los textos sagrados no
son propiedad de ninguna jerarquía ni de ninguna Iglesia; son patrimonio de la
humanidad. La función de control de las Escrituras, que se auto-atribuyó la jerarquía,
llevó en el pasado al secuestro de las mismas, confinándolas en unas lenguas que el
pueblo no comprendía, para que el referente no fuesen los textos mismos sino la
interpretación y la enseñanza impartida por una jerarquía que se auto-constituía en
mediadora. En una palabra, que siguen considerando a los laicos como unos eternos
menores de edad, como en la época en la que sólo el clero sabía leer.
Estando en estas consideraciones durante la mencionada ceremonia en la catedral
compostelana no pude menos que percibir la enorme similitud que había entre aquel culto
fastuoso y alienante con el del templo de Jerusalén que tanto disgustaba a Jesús de
Nazaret. En realidad el de Compostela es bastante peor pues en el de Jerusalén no había la
idolatría que aquí se da. El Jesús que arremetió contra los beneficiarios de aquel sistema
religioso, ¿qué nos diría hoy a los asistentes a estos cultos Jacobeos? Sin duda nos diría lo
mismo que dijo a sus contemporáneos de Jerusalén: Misericordia quiero, y no sacrificios.
El caso es que me seninterpelado por esa enseñanza del Maestro. Me apresuré a cederle
mi asiento a una anciana que se encontraba entre el numeroso público que permanecía de
pie. Sólo en ese momento me sentí cerca de Dios y sospecho que fue en ese momento
cuando gané el Jubileo, incluso sin haber cumplido todos los requisitos establecidos por
los dispensadores de indulgencias profesionales. Bueno, la eucaristía si, vendría después,
pero adquiere su sentido en base a actos de servicio al prójimo; sin esa disposición a servir
y ayudar a los semejantes la comunión queda en un gesto vacío.
Termino aclarando que la crítica que aquí se expresa sobre el culto en catedral de
Compostela no se refiere sola y concretamente a aquel templo. En realidad nadie me
obligaba a estar allí. Lo de Compostela es una exacerbación y una amplificación de lo que
ocurre generalmente en toda la Iglesia Católica Romana y en otras iglesias cristianas y
esto que nos afecta a quienes tenemos al Evangelio como referente de relación con
Dios, y no a una tradición o una iglesia determinada. En realidad, sobre la base del
Evangelio debería procederse a una refundación de la Iglesia cristiana. Ya no valen
concilios reformadores; es como poner remiendos nuevos a un vestido viejo. Habría que
partir de cero, hacer tabla rasa de dos milenios de alejamiento del espíritu del Maestro
Jesús. ¿No era una renovación como esa la que Él postulaba cuando le decía a Nicodemo
que era necesario nacer de nuevo para asimilar el sentido del Reino de Dios?
Faustino Castaño
Gijón, Junio de 2010