Pero para conseguir eso necesita aumentar su electorado. Fueron a Izquierda Unida parte
de los votos que fue perdiendo a lo largo de más de una década el PSOE felipista. Otros
antiguos votantes de ese partido se retraen a abstención en las elecciones. Hoy los socialistas
no parecen capaces de suscitar la ilusión y la esperanza que inspiraron a comienzos de la
década de los 80. Por la misma razón, tampoco desde IU podemos prestarles el apoyo que
les falta. Sería traicionar a nuestros electores, que nos dieron sus votos en base a un
programa, el que transfiriésemos ese apoyo a alguien que no quiere saber nada de ese
programa y que quiere recuperar el poder para obrar igual que antes.
Por eso elaboraron la estrategia contra Izquierda Unida. Estrategia consistente en lograr la
colaboración de algunas destacadas figuras o barones de
IU
,
a quienes se brinda todo tipo de relieve
infor
m
ativo en los
m
edios de difusión que controlan
,
y el apoyo público de algunos intelectuales
afines a IU y al PCE pero acríticamente proclives a estrechar lazos entre socialistas y
comunistas sobre la base de «combatir a la derecha», «la unidad de la izquierda», etc.
Si esos objetivos están bien en principio y en abstracto, no debemos olvidar que un marxista
consecuente debe plantearse: Unidad de la izquierda y combatir a la derecha, pero, ¿para
que?, es decir, para conseguir qué frutos u objetivos? ¿Sólo para gobernar en vez de la
derecha pero haciendo lo mismo que hace la derecha, como ocurrió durante la etapa
felipista? Para ese viaje no hace falta equipaje. No nos interesa sustituir a Aznar por un
Felipe González que vaya a seguir haciendo lo mismo que hace Aznar. Para felipismo ya
tuvimos bastante con los trece años de marras. Nosotros ansiamos la unidad de la izquierda
pero para hacer algo diferente: Para desarrollar la Constitución de nuestro país en un sentido
social progresista; para profundizar en la democracia estableciendo formas de participación
ciudadana que rebasen el puro trámite de las elecciones cada cuatro años; para que la
integración de España en la Comunidad Europea no tenga lugar bajo condiciones tan
desventajosas para nuestro país como las acordadas por el felipismo y mantenidas
actualmente por el PP; para que la Constitución europea persiga la unión solidaria de los
pueblos de nuestro continente y no la sociedad clasista que refleja el Tratado de
Maastricht; para que nuestro país no se vincule a pactos militares, como la OTAN, garantes
del orden internacional injusto que impone el imperialismo; para ir erradicando todas las
formas de explotación y desigualdad, y avanzar hacia una sociedad más justa; para que los
poderes estatales se comprometan en el desarrollo económico e industrial manteniendo las
empresas públicas y fomentando el progreso científico y tecnológico; para potenciar las
instituciones del Estado asistencial con eficaces seguros de enfermedad y desempleo y
pensiones dignas; para perfeccionar y democratizar el sistema educativo y la Universidad...
y un largo etcétera que constituye un verdadero programa de izquierdas.
Sobre esa base sí que estamos dispuestos a establecer alianzas con el PSOE y con quien sea.
Pero lo que ahora nos traen es otra cosa. A los líderes felipistas y a sus agentes en IU se les