El incremento de la fuerza electoral del ultra derechista Frente Nacional, liderado de Le
Pen, que se viene registrando últimamente en Francia, vuelve a atraer la atención de los
medios informativos y políticos sobre el fenómeno social del auge de diversas formas
de fascismo o neofascismo, del cual hay abundantes muestras también en Alemania y
otros lugares de nuestro continente, entre ellos en España, sobre todo en forma de
atentados contra inmigrantes extranjeros. Dentro de esta corriente de renacimiento de
las actitudes racistas se podría incluir también el extremismo nacionalista que se puso
de manifiesto en los conflictos, aún no del todo extinguidos, de algunos países de
Europa oriental. También es asimilable en gran medida a estas actitudes de intolerancia
el fenómeno del integrismo islámico que aparece con virulencia en bastantes países
musulmanes y los conflictos inter-étnicos, que están teniendo lugar en algunas zonas de
África. El denominador común de todos esos casos es la intolerancia y el odio entre
colectivos humanos por algún tipo de diferencias, sean estas raciales, étnicas, religiosas
o culturales.
De una manera muy general se le da el nombre de «fascismo» a este tipo de actitudes de
xenofobia e intolerancia por el hecho de que el racismo fue un componente destacado de
los fascismos históricos que fueron derrotados en la Segunda Guerra Mundial. Sin
embargo, y sin despreciar las similitudes que efectivamente se dan entre ambas
situaciones, estamos obligados a hacer un análisis más riguroso para constatar que hay
también grandes diferencias entre los movimientos nazi y fascista dirigidos por Hitler y
Mussolini entre las dos grandes guerras y las corrientes de racismo y xenofobia que
azotan a amplias zonas de nuestro mundo actual.
La principal diferencia que nosotros apreciamos entre el fascismo clásico y el actual
neofascismo es que el primero afectaba por igual a todas las capas de la sociedad, era un
fascismo «por arriba», o si se quiere «de arriba a abajo», mientras que el actual es lo
un fascismo «por abajo», es decir, para uso y consumo de los desgraciados de las capas
bajas de la sociedad. Vamos a intentar explicar esto.
El nazismo alemán, el fascismo italiano y los fascismos menores como el falangista
franquista de nuestro país, aunque sólo fuese por su anticomunismo, gozaban, cuando
no la simpatía, sí el apoyo de las clases altas y amplios sectores burgueses que temían el
triunfo de una revolución proletaria-socialista.
Por otra parte, el discurso racista-nacionalista de Hitler, tratando de sacar el mayor
provecho de la frustración germana por la pérdida de la I Gran Guerra tenía bastante
gancho para atraerse el fervor no sólo de las masas populares del país derrotado sino
también, y ante todo, de las clases dominantes de esa sociedad. En efecto, las
condiciones del Tratado de Versalles, impuestas por los vencedores de la guerra,
constituían un duro castigo económico a toda la sociedad alemana, incluidas sus clases
altas. Esas condiciones comprendían la pérdida de las colonias y los mercados
alemanes, así como de territorios en Europa y el pago de unas compensaciones
económicas que dañaban enormemente la economía germana. Esas duras medidas
gicamente iban a unir a todas las clases sociales del país castigado en torno a un
salvador que surgiese, y era el interés de las clases poseedoras secundar y potenciar
movimientos ultranacionalistas que aglutinasen a toda la nación contra el dominio
ejercido por las clases dirigentes de otras naciones. Es lo que Lenin llamaba
«contradicciones inter-imperialistas.
En el estado de desarrollo que entonces tenía la economía mundial, lo que era bueno
para los banqueros judíos o los anglosajones era malo para los financieros alemanes, y
lo que era conveniente para la burguesía industrial japonesa dañaba los intereses del
imperialismo norteamericano. En tal contexto el odio a los extranjeros era una
consecuencia inmediata del conflicto de intereses entre las diversas burguesías del
mundo, y éstas participaban y se jugaban mucho en la contienda, y vivían la pasión
racista y xenófoba.
M
uy otra es la situación actual
. L
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inantes de todo el
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prendieron que
ambas guerras mundiales perjudicaron al conjunto de su clase a nivel mundial: de la
Primera Guerra resultó el triunfo de una revolución proletaria en Rusia y la
consolidación posterior de un régimen comunista. De la II Guerra Mundial surgió el
establecimiento de un amplio bloque de países socialistas en Europa capaz de promover
revoluciones en otros lugares del globo: China, Corea, Cuba, Vietnam, Nicaragua... y
contribuir a arruinar los imperios coloniales apoyando las luchas por la independencia
de los pueblos africanos y asiáticos, así como por el apoyo a las guerrillas y
movimientos de liberación en América Latina.
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. P
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estructuras económicas capaces de evitar las guerras inter-imperialistas con su
consiguiente peligro de creación de condiciones revolucionarias.
En el estado actual de la economía no hay conflictos entre las diversas burguesías
nacionales. Los intereses de los empresarios de cada país están organizados de tal
manera que no puedan ser dañados por los de otros países sin que las consecuencias
recaigan automáticamente sobre los propios iniciadores de la agresión. Esto se consigue
con la libertad de inversión en el mercado mundial y la formación de empresas
multinacionales donde están involucradas las inversiones y los intereses de grupos
capitalistas de muchas naciones. El mismo proceso de producción deja de estar ligado a
las nacionalidades y puede estar repartido a lo largo y ancho de todo el planeta
buscando siempre la mano de obra más barata. Los intereses económicos dejan de ser
alemanes o americanos o ingleses para aglutinarse en consorcios mundiales que
gestionan las inversiones capitalistas conjuntas de varias nacionalidades antaño
enemigas. Un mismo grupo empresarial puede aunar el capital y la influencia de
accionistas de varios países, bancos y entidades financieras alemanas, americanas,
japonesas, más algunos magnates árabes del petróleo, fondos de inversión suecos y
financieros españoles del Opus Dei, por poner un ejemplo. Además una misma empresa
puede tener sus instalaciones y centros de fabricación y montaje repartidos por varios
continentes. Por lo demás, tras el derribo del bloque socialista, los oportunistas que
lograron hacerse con el control económico y político de aquellos países de Europa
Oriental se incorporaron, también ellos, al club de los explotadores del mundo y
sometieron a sus propios pueblos al grado de explotación que les corresponde por el
lugar que se les asignó en el conjunto del mercado mundial.
Sigue habiendo una feroz lucha entre grupos empresariales competidores (como la que
tiene lugar actualmente en nuestro país en relación a la televisión digital), y de esa lucha
pueden resultar grandes vencedores y grandes derrotados; también son frecuentes los
acuerdos de arreglo para el reparto del mercado disputado. Pero en todo caso los
competidores son multinacionales, es decir, que la victoria de un grupo sobre otro nunca
será la victoria de un país sobre otro. Esto evita las guerras inter-imperialistas y libra a
los explotadores de la motivación racista-nacionalista. Los grandes capitalistas del
mundo dejan de tener apego a tal o cual patria determinada. Muchos de ellos tienen
padres de distinta nacionalidad y ellos mismos nacieron en un país diferente al de sus
padres y además viven en otro lugar distinto al de su nacimiento y tienen amantes de
diversas razas, así como ex-esposas e hijos en países diferentes, es decir, que se está
formando una clase capitalista internacional sin nación y sin patria: mundial. Entre esta
gente ya no tendría ningún éxito el discurso racista de un Hitler.
E
stos do
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ientos xenófobos
,
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racial es un potente instrumento para perpetuar la división y el desencuentro entre los
pueblos explotados del planeta. Al capitalismo imperialista internacional le interesa
mucho la libre circulación de capitales y mercancías en la C.E.E. y el mercado mundial
en general, pero no desea en absoluto la libre circulación de trabajadores. Prefieren ellos
poner y quitar las industrias donde les convenga, buscando siempre los mercados de
trabajo más baratos, pero no les interesa la formación de una clase trabajadora inter-
nacional que tome conciencia de la hermandad de clase de todos los explotados del
mundo y los intereses comunes de todos los proletarios de la tierra por encima de las
diferencias nacionales, religiosas, lingüísticas, raciales y culturales.
Por eso a las clases dominadoras les interesa promocionar a políticos como Le Pen,
líderes de un fascismo en plan hortera para los infelices condenados a temer por la
pérdida de su puesto de trabajo. Se trata de infundir en las capas bajas de la población
una especie de racismo y odio contra los extranjeros basado en el temor a que le quiten
a uno el puesto de trabajo. Mientras, en los países musulmanes se fomenta otra forma de
xenofobia, en este caso de carácter religioso, el fundamentalismo islámico, con la
misma finalidad de establecer barreras, en este caso de tipo religioso, ideológico o
cultural, para mantener la división entre los pueblos. Los atentados que tienen lugar en
esos países contra los sectores liberales, caso de Argelia, o contra los cristianos coptos
como ocurre en Egipto, tienen entre sus efectos -y quizá entre sus objetivos- el de crear
entre las masas europeas un sentimiento de rechazo fácilmente extensible hacia toda la
población musulmana, lo que constituiría otra forma de xenofobia y un factor de
división que nos retrotraería a los odios inter-religiosos de la época de las Cruzadas. Las
divisiones de todo tipo (étnicas, religiosas...) que marcaron el reciente conflicto
yugoslavo son un espejo del tipo de odios y sentimientos que quisieran establecer entre
los pueblos de la tierra las clases dominadoras para mejor perpetuar su dominación.
Incluso sin la victoria política de movimientos neofascistas, el poder omnímodo de las
transnacionales consigue
m
antener una i
m
portante barrera para que persista la división de
los parias de la tierra: la barrera lingüística, es decir el factor de incomunicación que
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m
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m
unicación entre las personas de diferentes naciones y
culturas. Tal solución resulta muy peligrosa para los que se benefician de la ignorancia,
la incomprensión y la división de los pueblos. De ahí que todos los recursos del sistema
se opongan a su progreso. Los opresores del género humano no necesitan ningún idioma
internacional. Ellos pueden pagarse los servicios de todo tipo de traductores. No es su
vocación promocionar otro tipo de soluciones que portan dentro de un espíritu de
unión y fraternidad entre todos los hombres por encima de todas las diferencias
culturales, étnicas, religiosas...
En resumen, el fascismo de los Le Pen y similares es uno más de los controles que el
capitalismo imperialista mundial ejerce política e ideológicamente sobre la población
inerme de los pueblos del mundo, y cumple, junto con otros recursos de dominación
económica, militar e ideológica, la función de mantener a las clases sometidas en el
grado de ignorancia y desunión suficiente para que todo siga igual en favor de la clase
dominadora mundial unida.
Marzo de 1.997
A
ctual
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,
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a que describe sobre la
relación de las clases sociales y la función que el fascismo xenófobo cumple en ella, hay
que constatar que las contradicciones inter-imperialistas no están tan superadas en el
mundo como da a entender este artículo. Prueba de ello son las guerras que actualmente
están teniendo lugar y las que, según parece y se teme, pueden llegar a producirse.
En el artículo se describe un proceso económico y político, que se denominó
«mundialización» y «globalización», que se empezó a materializar a finales del siglo
pasado y que tenía la finalidad de ir superando las contradicciones inter-imperialistas
que habían dado lugar a las dos guerras mundiales que tan nefastas habían sido para la
estabilidad del sistema capitalista.
E
l proceso en cuestión consistía en inter
-
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antaño antagonistas y co
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m
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m
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-
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,
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en lo que le concierne y le deje a esas clases la gestión de los asuntos públicos.
P
ero las controversias que desde hace
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ás de dos cadas tienen lugar en los á
m
bitos po-
tico
,
económico y académico, en las que jugaron un importante papel, entre otras, las
teorías del politólogo y profesor Samuel P Huntington sobre el choque de civilizaciones,
demuestran que la realización del plan de globalización no es tan fácil y lineal como se
había planeado. Es decir, que quieras o no, siguen existiendo contradicciones inter-
imperialistas, aunque ahora tengan la forma de enfrentamientos entre diversas culturas y
distantes zonas geográficas. Se barajan eventualidades como el declive de la supremacía
norteamericana en el mundo y el enfrentamiento bélico de esta potencia con China.
Pero en todo esto, con el cambio de situación que comporta, ¿qué papel juegan los
movimientos neofascistas y xenófobos? Porque es un hecho evidente que esos movi-
mientos de ultraderecha prosperan sin cesar adquieren más y más aceptación popular y
representación parlamentaria en los países europeos a medida que se va intensificando
el ritmo de la inmigración, principalmente de origen africano. Pues bien, el fascismo y
la xenofobia cumplen una función al servicio de la clase dominante capitalista tanto si
ésta consigue conjurar los conflictos bélicos como si no. En una situación, como la
prevista en el artículo de marzo de 1997, de superación del peligro bélico, la ultra-
derecha tiene la misión que se describía en ese texto: dividir a la población sometida en
función de sentimientos raciales, étnicos, religiosos, culturales…, para mayor provecho
de la clase dominante. Pero en el caso de que se concrete algún enfrentamiento militar,
la función de los movimientos (neo)-fascistas es promover el patriotismo de las clases
dominadas también en beneficio de los dominadores.
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ien-
to
,
de su interés de clase. El aparato ideológico del sistema contribuye a mantener ese
estado de inconsciencia popular. Los ideólogos al servicio del sistema de dominación
dominan la ciencia sicológica y sociológica lo suficiente para saber que el sentimiento
xenófobo está muy arraigado en la especie humana. Es tan antiguo, o más, que la propia
especie. Los actuales habitantes del planeta somos los descendientes resultantes de
multitud de genocidios y etnocidios que tuvieron lugar en el planeta a lo largo de más
de un millón de años compitiendo por los recursos necesarios para la subsistencia.
Conseguiremos superar ese destino fatídico si dominamos ese sentimiento arcaico de
nuestra especie
,
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os que todos los seres hu
m
anos so
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en función de esa realidad la convivencia hu
m
ana y la gestión política y econó
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ica de la
sociedad
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bién si las clases opri
m
idas de la sociedad to
m
an conciencia de que su libera-
cn pasa por la liberación de toda la humanidad, no de sometimiento a los opresores.
Septiembre de 2024