Para el Régimen de Fidel Castro nunca fueron las cosas fáciles: ¡Un Régimen comunista
ante las mismísimas narices de la primera potencia imperialista del mundo!. Desde que
triunfara la revolución en Cuba, el 1 de enero de 1959, el régimen castrista tuvo que
soportar toda clase de medidas hostiles por parte del gobierno norteamericano.
Durante esas tres cadas y media se sucedieron nueve presidentes de EE.UU.:
Einsenhoover, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush y Clinton. Todos
ellos personas muy diferentes entre sí, con distintos estilos de gobierno y con políticas
diferentes sobre muchas cuestiones. Pero todos ellos coincidieron en su enemistad con
el régimen cubano. A pesar de la Guerra Fría, a pesar de las guerras de Corea, Vietnam
y Afganistán, a pesar del enfrentamiento entre los dos grandes bloques en Oriente
Medio y en otros puntos del planeta, no faltaron a menudo buenas relaciones
comerciales, culturales y de otros tipos entre los EE.UU. y la Unión Soviética y demás
países socialistas. Aún hoy, tras el descalabro de los regímenes comunistas de Europa
Oriental, existen y se intensifican las relaciones económicas y comerciales norte-
americanas con países con regímenes comunistas como China, Vietnam, Corea del
Norte... Pero Cuba siempre quedó excluida de ese trato civilizado.
Entre los actos hostiles contra la revolución cubana no faltó incluso una invasión de
mercenarios entrenados y financiados por la potencia imperialista norteamericana, así
como la organización de una serie de atentados contra el líder cubano Fidel Castro y
otras figuras de la revolución.
Acciones más persistentes son la ocupación ilegal de la base de Guantánamo y el bloque
comercial a la isla. La ayuda del bloque socialista permitió a Cuba resistir durante
muchos años el bloqueo imperialista y paliar en un grado considerable los efectos del
embargo sobre las condiciones de vida de la población.
Hoy, tras la desaparición de dicho bloque socialista, se intensifica el acoso al régimen
cubano, se hace más severo el embargo para provocar la rebelión de la población
cubana contra sus dirigentes, y sobre todo, se monta una colosal campaña informativa
de desprestigio del gobierno de Fidel.
Sabiendo quien controla las grandes agencias periodísticas del mundo, no debe
sorprender que Fidel Castro y todos los revolucionarios en general no gocen de buena
prensa. El argumento más utilizado para atacar y desprestigiar al régimen cubano es el
de la falta de libertad y democracia. Se insiste en la falacia de equiparar la democracia
con el pluralismo político, dando por descontado que donde un solo partido monopoliza
el poder político no puede haber democracia, y donde hay pluralidad política, eso -sin
más ya equivale a democracia. Pero la realidad es que son demasiado conocidos los
sistemas políticos donde, existiendo pluralismo político, cualquiera de los partidos que
se turnan en el poder gobierna y actúa de espaldas al pueblo y contra los intereses de
éste. Por contra, puede ocurrir -y este es el caso de Cuba- que un partido que mono-
poliza el poder político, responda verdaderamente a los intereses y a las aspiraciones de
la mayor parte de la población. Porque, en definitiva, democracia es el poder del pueblo,
la realización de las aspiraciones populares; y éstas pueden realizarse bajo diferentes
formas de poder político; pueden estar perfectamente atendidas bajo un poder político
unitario, y, en cambio, quedar frustradas bajo un régimen pluralista.
Cuando tiene lugar el apoyo popular a un régimen revolucionario, como ocurre en
Cuba, como ocurría en la Nicaragua sandinista, el imperialismo recurre al chantaje de
las invasiones de mercenarios o contras, y de los embargos económicos. El
imperialismo utiliza su prensa para pedir que los pueblos puedan elegir libre y
democráticamente a sus gobernantes, pero a la vez presiona y chantajea a los mismos
pueblos para que estos elijan a los gobernantes que convienen al propio imperialismo.
En realidad, tales embargos económicos y las condiciones de miseria que generan,
hacen que no pueda haber en los países afectados ningún tipo de democracia, ni con
pluralismo político ni sin él. Y esta es la finalidad perseguida con Cuba.
La potencia imperialista norteamericana no puede permitirse el lujo de que regímenes
revolucionarios como el de la
C
uba castrista y la
N
icaragua sandinista sean co
m
o un faro
para los pueblos de
I
beroa
m
érica
. N
o se trata sola
m
ente de que los antiguos propietarios
cubanos y los capitalistas nortea
m
ericanos de la industria turística recuperen sus posesiones
en la isla. Lo prioritario para el imperialismo es que a los pueblos iberoamericanos les
falte incluso el referente y la esperanza de liberación. Iberoamérica es el patio trasero, la
finca privada, del capitalismo yanki. A éste le es preciso que los pueblos de ese
continente se resignen a la situación actual y carezcan de perspectivas para cambiarla.
Por eso es muy interesante para el sistema de dominación actual que la revolución en
Cuba y en toda Iberoamérica sea derrotada ideológicamente. Esa es la finalidad de la
campaña actual de descrédito contra la Cuba de Castro; se trata de lesionar el prestigio
de la revolución cubana a base de balseros que abandonan la isla para emigrar a los
EE.UU. El aparato propagandístico se harta de repetir que ese es el resultado de varias
décadas de comunismo: la población huye del paraíso comunista arrostrando los
peligros de una travesía por mar en balsas.
Pero si recordamos como se llegó a esa situación, no podemos dejar de tener en cuenta
que lo que ocurre no es fruto del régimen comunista -como pretende la propaganda
imperialista- sino del bloqueo con el que el imperialismo chantajea al pueblo cubano.
Mientras, vemos que la situación económica no es mejor en muchos países
iberoamericanos y tercermundistas perfectamente encuadrados en las estructuras del
capitalismo mundial, y donde los correspondientes gobernantes gozan de todas las
simpatías de los EE.UU.. Y, cosa curiosa, muchos de esos gobernantes son, o fueron,
verdaderos dictadores como Fujimori o Pinochet, pero en su caso no existe amenaza
para la estabilidad del sistema imperialista mundial.
Mientras Fidel Castro y su régimen representen una amenaza de ese tipo para los
explotadores de la humanidad, nos sentimos muy orgullosos de solidarizarnos con su
resistencia, y hacemos un llamamiento a apoyar por todos los medios esa resistencia.
Septiembre de 1994