La proximidad de las elecciones para el Parlamento Europeo es una buena
ocasión para que reflexionemos sobre la función y la importancia del sistema
electoral y sobre el verdadero carácter de nuestra democracia.
La elección, por parte de los votantes, de sus representantes en los órganos
políticos es
,
sin duda
,
un i
m
portante ele
m
ento de la democracia, pero hemos de
tener claro que las elecciones no deben ser la única
m
anifestacn del ejercicio de
la soberanía popular
. L
a de
m
ocracia debe significar construcción
,
organización
y constante participación del pueblo en la vida pública y en el proceso de
autogestión. La sociedad civil organizada para el control de la gestión pública
y para el desempeño colectivo de funciones políticas, sería el más claro
exponente de la fecundidad del sistema democrático. Frente a esa posibilidad,
las clases dominantes de la sociedad lograron esterilizar por completo la
democracia reduciendo su contenido al solo formalismo de la votación cada
cuatro o cinco años. Tal como funciona actualmente nuestro sistema político,
por el hecho de elegir a unos representantes, se les concede carta blanca para
que durante unos años actúen como quieran. El pueblo soberano no tiene ya
ninguna función política durante ese período, y además ni siquiera puede
controlar la gestión realizada per sus representantes; carece de instrumentos
organizativos, políticos y jurídicos para llevar a cabo esas funciones.
T
odo en este sistema conspira contra ese progreso social, contra la maduración
de la población para asu
m
ir responsable
m
ente sus derechos y deberes políticos
.
L
a prensa está en manos de las fuerzas a quienes interesa que el pueblo sea un
eterno menor de edad. El futbol juega un rol importante en este proceso de
embrutecimiento popular. Se fomenta el desinterés de la población por la cosa
pública divulgando imperceptiblemente la idea de que la política y la
economía son materias muy complicadas, apropiadas solamente para los
expertos y especialistas. De esta manera el ciudadano medio tiene tendencia a
inhibirse de esas cuestiones, abdicando de sus funciones de protagonista
político en favor de una clase política profesional o profesionalizada, que al
final no tiene más preocupación que armonizar sus propios intereses con los
de las clases dominantes. Cuando el pueblo se acostumbra a desentenderse de
los asuntos públicos, en los momentos de crisis busca salvadores que aporten
soluciones mágicas a los problemas que no se atreve a afrontar. En Italia, tras
el hundimiento de la clase política tradicional, se produjo una ocasión
excelente para que el pueblo tomase su destino en sus manos y se convirtiese
en el artífice de su propia regeneración. Pero desacostumbrado a la orfandad,
el pueblo busca un nuevo padre para reemplazar al antiguo. En las elecciones
recientes, un alto porcentaje de votantes italianos apoyó a una opción política
y a unos personajes expertos en el arte de inspirar confianza pero cuya
vocación es preservar el sistema para que nada cambie y seguir manteniendo
al pueblo alejado de las decisiones que le incumben.
Algo parecido ocurre en nuestro país, donde a medida que se deteriora la
imagen de los gobernantes derechistas del partido de Felipe González, se
potencia la de la Derecha pura del P.P.: una nueva fuerza de derechas para
suceder a otra fuerza de derechas que se desgasta; el sistema se sucede a
mismo; la derecha nunca pierde; la clases dominantes siguen imperando sin
sobresaltos; la democracia, así esterilizada y aséptica se convierte en el marco
ideal, en el mejor de los mundos para la gente que tiene dinero.
En tal mundo, los comunistas, una fuerza como 1.U., resultamos unos
aguafiestas indeseables. Representamos una ruptura y una alternativa de
transformación social que el sistema no puede asimilar.
La prensa, la T.V., todos los aparatos informativos e ideológicos del sistema
quieren recetarnos que elijamos entre Aznar y Felipe González; por eso
organizan unos espectaculares debates televisivos entre ambos líderes
políticos durante las campañas electorales. Con cualquiera de ellos el
capitalismo sale ganando. El enemigo a batir en esas ocasiones es la fuerza
política que representa una verdadera alternativa contra esta sociedad
corrompida; el lugar que se nos destina es la picota o la UVI.
Cuando se aproxima otra campaña electoral, esta vez para las elecciones al
Parlamento Europeo, debemos aprender a reaccionar -pues nos va mucho en
ello- contra el encorsetamiento mental al que nos someten; podemos
plantearnos el sacar provecho de la democracia haciendo que esta sea
verdadero poder del pueblo para el pueblo.
Mayo de 1994